El No de la izquierda radical se daba por hecho, el No de Vox tiene más difícil explicación
Se mire por donde se mire y se analice bajo el prisma que se quiera, la no aprobación de los Presupuestos andaluces es lo peor que podía pasar. Y pasó. No era en absoluto descartable, pero parecía que la urgencia pospandémica, la posibilidad de impulsar la recuperación y el aprovechamiento de los Fondos Europeos eran razones suficientes para poner en marcha un ejercicio de pragmatismo con el que dar un buen empujón a los andaluces. No se trata de unas cuentas ficticias, ni albergan en su seno peajes ni pesebres inaceptables; no difieren mucho de unos números con alcance social aceptable para buena parte del arco parlamentario; son los más altos de la historia autonómica y entre sanidad y educación se llevan el grueso de la inversión. El No de la izquierda radical se daba por hecho; el No de los socialistas, aunque titubearan en un momento inicial, se lo dejó claro Moncloa a Juan Espadas; pero el No de Vox tiene más difícil explicación. Se quejan de no haber sido atendidos en sus reclamaciones durante estos tres años, lo cual es cierto a medias, y por ello mandan a la lona las cuentas y, casi, al gobierno, creando un problema no tanto a éste como a los diferentes sectores económicos andaluces que estaban despegando en mayor medida que el resto del país. El crecimiento Interanual del PIB supera en más de medio punto la media nacional, al igual que el índice de exportaciones o la inversión extranjera: eso no había ocurrido en Andalucía jamás que yo recuerde, y estoy en edad de tercera dosis (que por cierto me han administrado en el brazo izquierdo). A los inversores les retrae en buena medida la inestabilidad y a los espacios creadores de riqueza y dinamismo empresarial les desanima la no continuidad de las buenas perspectivas, del buen ambiente emprendedor. Emplazar a un gobierno a torear con cuentas de otro ejercicio puede ser llevadero en condiciones normales, pero hacerlo en un episodio como el presente es dañar a todo el terreno productivo. Detalle que habrá que agradecer en una comunidad en la que se estaba dando un alza de indicadores absolutamente inaudito en todos los años pasados.
¿Y ahora qué? Pues tres escenarios, uno de ellos improbable, que es convocar ya elecciones. Los otros dos son sencillos: aguantar hasta finales de 2022 o adelantar a primavera. Lo primero implica volver a prorrogar Presupuestos (no habría gobierno hasta enero de 2023), lo segundo (siempre que a Sánchez no le parezca buena idea adelantar también y hacer coincidir las dos fechas para asegurarse más votos para su candidato autonómico) es una lotería, con la tranquilidad relativa para el convocante de gozar de buenas perspectivas en las encuestas. La última tiene un inconveniente para Moreno: si gana, probablemente, tendrá que gobernar con Vox, los mismos que por cálculo electoral han roto la legislatura. (El PSOE bastante tiene con ir colocando a todos los parientes y amigos que se le han quedado sin mamandurria). Eso se me antoja más difícil que gobernar con cuentas prorrogadas.