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23 de abril de 2021

El embajador sexador de dictaduras


Exteriores envía a Alberto Navarro González a solucionarle problemas a los españoles que pasen por Boston

«Cuba no es una dictadura; evidentemente no; en absoluto». Eso declaró el embajador de la UE en la isla, el español Alberto Navarro, el mismo que envió por su cuenta una carta a Biden conminándole a levantar el embargo que EE.UU. tiene declarado al régimen comunista y el mismo que en pocas semanas puede ser enviado a Boston como Cónsul General de España. Lo que se dice un fino estilista de la diplomacia al servicio del gobierno ‘de los revolucionarios’, el que ha sembrado el terror entre los lugareños, la miseria en todas sus estructuras (excepto la militar) y condenado al exilio a una novena parte de su población. La no dictadura se supone que es una democracia, o tal vez se quede en algún limbo intermedio difícil de concretar, autocracia, régimen personalista, alternativa autoritaria, vete a saber; si no es dictadura habrá que encontrar una definición al agrado de Navarro que resuma un sistema de partido único, de límites a la expresión de cualquiera, de economía planificada, de falta de libertad de movimientos y de limitación severa de los derechos de reunión y manifestación.

El tal Navarro, ese prodigio de mano izquierda, debiera explicar, utilizando todas las oraciones subordinadas que precise, qué hace que no observe tics dictatoriales en el hecho de que dos hermanos se hayan repartido el Estado y su cabecera en los últimos sesenta años. Sesenta años de un país para un solo apellido y para una praxis feroz de sus consignas, encarcelando, fusilando y exiliando gusanos. E impidiendo que un país de notable potencial, que nada tiene que ver con su entorno (Cuba en los 50 no era lo mismo que sus vecindades geográficas centroamericanas) progrese adecuadamente gracias, entre otras cosas, al avispado carácter creativo de los cubanos y a su auténtica capacidad de trabajo (que han demostrado en La Florida así han dispuesto de oportunidad). Todos los progres ponen los ojos en blanco cuando oyen hablar de la Revolución: no podrían vivir en ella porque serían incapaces de resistir con un filete de pollo al mes y dos o tres huevos, pero se lo desean fervientemente a los cubanos y creen bobaliconamente que el régimen ha dado grandes pasos permitiendo el trabajo por cuenta propia. Navarro es de esos. Creen que la solución pasa por permitir a un habanero poner una silla en su recibidor y cortar el pelo a sus vecinos por unos pesos de esos que no valen nada. Eso, según su criterio, es «abrir poco a poco al país a la iniciativa privada». Y por eso ya no es una dictadura. No porque el segundo Castro se quede de vigilante y nombre a un Díaz Canel para que ejecute todo lo que se le mande. Eso es solo una peculiaridad «que no puede ser vista solo con ojos políticamente occidentales» (el entrecomillado es mío).

Pues a este sexador de democracias, Alberto Navarro González, Exteriores le envía a solucionarle problemas a los españoles que pasen por Boston. Igual nos da la sorpresa y es EE.UU. lo que le parece una dictadura.


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