Ahora la juez italiana no tiene por qué albergar ninguna duda
Llarena insiste. Puigdemont debe de ser entregado a la Justicia española para que ella decida si es culpable o inocente de los delitos que le imputa. Y debe serlo porque sus compañeros de fechorías fueron juzgados con todas las garantías por el Tribunal Supremo y condenados por sedición. Y, por supuesto, porque huyó en una cobarde fuga y los Estados que forman la Unión, impecablemente democráticos, deben colaborar entre sí entregándose a los malhechores.
Lo que los jueces italianos debaten ahora, a instancias de los abogados del catalán errante, y posiblemente deseando quitarse de encima el engrudo, es si la euroorden es preceptiva o no, si está desactivada o no lo está. El juez español acaba de enviar el testimonio definitivo: la euroorden la firmo yo y yo soy el único que puede suspenderla, cosa que no he hecho. La euroorden está activa. ¿Qué hizo dudar a la Justicia italiana? Que la Abogacía del Estado dijera que la euroorden quedaba desactivada hasta que se resolviera la cuestión prejudicial planteada por Llarena sobre la interpretación de la euroorden en Bélgica después de denegar la extradición del muñeco. ¿Dónde estaba el error?: en que la Abogacía no podía expresar esa opinión porque no tiene competencias para ello, ya que son competencias judiciales y esas corresponden a Llarena. A partir de ahí se admiten apuestas acerca de esa acción de los abogados de Sánchez, que parece lo que parece. ¿Fue un simple error? ¿Fue una acción malintencionada después de haber recibido órdenes? En la sede de la Abogacía del Estado trabajan hombres y mujeres que han estudiado muchos años para ostentar ese cargo: ¿no fueron a clase el día que explicaban asuntos como el presente? Si es un error, resulta un error del todo incomprensible.
En cualquier caso: ahora la juez italiana no tiene por qué albergar ninguna duda. Solo podría evitarse de forma directa si Puigdemont recuperara la inmunidad, pero ese escenario no es contemplable de aquí al lunes. Tampoco las evidencias palmarias indican que la entrega sea la única posibilidad: los inconcebibles meandros judiciales de este caso llegan hasta el esperpento de tener a este sujeto en libertad por Europa paseándose como Pedro por su casa. Podría seguir haciéndolo mientras otro juez se quita el muerto de encima. Sea como sea, en el rictus y expresiones de los protagonistas monclovitas se atisba cierta relajación. Como si supieran que no va a venir. Imagínense que pasa lo contrario y se encuentra el Gobierno con el paquetito a este lado de la frontera: se les desmadeja todo. Lo que les faltaba: Puigdemont aquí, los histéricos del Procés en pose incendiaria, ERC obligada a gesticulaciones dramáticas, su Mesa de diálogo a tomar viento, los apoyos parlamentarios ni te cuento, los socios de gobierno haciéndose la víctima, los Presupuestos temblando y el PSC haciendo lo posible para apuntalar a Aragonés si les falla Junts, justo lo que Illa juró que no haría. Solo por ver el espectáculo valdría la pena que la juez italiana hiciera lo que le pide Llarena… Pero vaya usted a saber.