Una buena jugada puede jugarse mal, muy mal, como es el caso
La Realpolitik consiste en no gobernar con las vísceras y en tomar decisiones desde la perspectiva de los intereses de los Estados, aunque sea a costa de tragarse todo el historial de proclamas que adorne la tradición. Que una cosa se haya dicho hasta la saciedad o que una política se haya seguido durante cuarenta años no quiere decir que haya que mantenerla permanentemente, más aún cuando las circunstancias geopolíticas del momento cambian en solo un par de semanas. Los automatismos de respuesta ante cambios bruscos de orientación o de intereses pertenecen al conocido síndrome de la pereza mental. Lo cual quiere decir que no se pueden desatender oportunidades de beneficiar nuestros intereses solo porque somos esclavos de una tradición. Hay un buen puñado de razones para convenir que la decisión de Sánchez -de Sánchez, no de su gobierno- de reconocer al Sahara como territorio marroquí es una decisión razonable que antes o después tendría que ser tomada. Lo que evidentemente sí podemos y debemos discutir es el lamentable modo de hacer las cosas de este sujeto.
Indudablemente, una buena jugada puede jugarse mal, muy mal, como es el caso. Decisiones de posturas en el ámbito internacional de este calado deben estar milimétricamente planificadas y ejecutadas de forma meticulosa, lo que no ha ocurrido. Cualquier estudiante de Política y Diplomacia Internacional sabe que girar en política exterior necesita algo de tiempo y que, siendo una medida que no puedes siempre anunciar, has de estar muy preparado para explicarla de inmediato. Ya me dirán si los balbuceos del ministro de Exteriores en el Congreso se corresponden con eso. No puedes dejar que algunos analistas te hagan el trabajo. También tienes la obligación de ser discreto, pero la envergadura de la decisión aconseja que, al menos, si no la consensúas, sí la pongas en conocimiento de tu oposición. Eso en un país normal y con un gobernante normal. También es lógico exigir un mínimo de lealtad a tu contraparte y que no te madruguen el anuncio tal y como ha hecho Marruecos aireando una penosa y mal redactada carta que parece que la hayan escrito ellos (y en la que algunos ven trazos de Zapatero o Moratinos). Yo entiendo que los moros no se fíen de Sánchez -yo tampoco me fiaría-, pero que publiquen la literalidad es una forma de asegurarse de que este mozo no frivolice con la decisión y es un recochineo innecesario.
Sánchez no ha contado por qué ha tomado esa decisión, bajo qué presión, con qué contrapartidas, con qué intenciones y para evitar qué situaciones. No se lo ha dicho a su gobierno, ni al Parlamento, ni a los españoles, ni a los argelinos, ni a los saharauis, siendo una toma de posición muy relevante para los intereses del Estado, que es cierto que no deben ser interpretados según lo bien o lo mal que nos caiga este sujeto, pero que conciernen a todos y, por lo tanto, a todos deben ser explicados. Lo que pasa que este zote es incapaz de hacer bien ni siquiera lo que está bien.