La huelga de camioneros es una de las peores cosas que nos pueden pasar a todos
Me lo señalaba mi comadre Charo Padilla ayer tarde: «Imagínate un solo día sin encontrarte con transportistas por carreteras o por calles». Y pensé: cierto, son tan propios del paisaje que no me hago a la idea de que un día cualquiera no existan en nuestra vida cotidiana. Pues eso puede pasar en vísperas de Navidad si los transportistas españoles llevan a cabo la huelga que tienen convocada en torno a las fechas señaladas. ¿Qué dicen los transportistas?: que son incapaces de resultar competitivos con el precio al que ha llegado el gasoil, que no tienen manera de hacer confortable su profesión merced a la falta de servicios que hay en las áreas de descanso de las autopistas, que están hartos de tener que ser ellos los que suban y bajen los materiales transportados y, finalmente, que a ver qué pasa con la celebre ‘viñeta’. ¿Qué es la viñeta?: una forma más de expresión abusiva de la ilimitada capacidad recaudatoria del engrudo de individuos que conforma el Gobierno de España. Por si fuera poco lo que sufren miles de españoles agarrados a un ‘rosco’, cruzando continentes o simplemente provincias, es la hora en la que el gobierno de Drácula -lo de frankestein se queda en nada- se dispone a gravar a los empresarios del transporte con figuras insospechadas y, hasta ahora, inauditas.
El Gobierno quiere comenzar con los camiones de largo alcance, de esos en los que cabe toda la feria local, a imponerles un pago por los kilómetros circulados. Los de largo alcance, es decir, camiones de esos que nunca se acaban, van a tener que pagar por circular por cualquier tipo de carretera asfaltada, no digamos si se trata de tramos interprovinciales. Y los siguientes serán los de envergadura intermedia, acabando finalmente con la caza generalizada de todos los conductores: unos y otros deberemos pagar por lo destrozos que cualquier mala gestión haya producido en alguna red de carreteras de la misma forma que pagamos en su momento por la construcción de las mismas. La viñeta, a usted y a mí, que apenas tomamos el vehículo privado, nos afecta poco; pero a los transportistas les afecta mucho, ¡y de qué manera!. Nosotros podemos escabullirnos de algún gasto que circunde la doble imposición, pero los señores -y señoras- que nos traen el pescado en Navidad no tendrán más remedio que repercutir algún tipo de recargo en la factura final. El besugo costará más dinero.
En el caso de no llegar a un acuerdo con el ministerio del ramo, en este caso Transportes, los miles de individuos que mueven la materia imprescindible de la Navidad, apagarán sus motores ante la estupefacción general. No habrá juguetes, que los traen ellos a petición de los Reyes Magos, no llegará el pavo y, quizá con menos incidencia sobre el general, el medio kilo de angulas que se carga algún amigo de la infancia. La huelga de camioneros es una de las peores cosas que nos pueden pasar a todos. Tienen sus razones, pero confiemos en la providencia de algún tipo de acuerdo.