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23 de octubre de 2010

ALEMANIA: EN BUSCA DE LA SALCHICHA PERDIDA


Doy por hecho que es sabida mi germanofilia: Alemania es un extraordinario país lleno de gente ordenada, amable, productiva, responsable y bastante más prudente de lo que un par de borrachuzos de verano paseando por la costa nos puedan hacer creer. Sus números ahí están. Y si alguien quiere ir a visitarlos, puede prepararse para el asombro que causa conocer uno de los países más hermosos de Europa. Sin embargo, confieso que no soy un enamorado de su cocina, no me gusta el codillo, no soporto la col fermentada o el repollo agrio y no me convence el goulash.

Pero, en cambio, enloquezco con sus salchichas, a pesar de sólo conocer las más elementales «en Alemania hay más de mil clases de salchichas». Gracias al buen tino de mis primos Félix y Aurori, fui guiado por las inmediaciones de Frankfurt, desde Koblenz (Coblenza) hasta Colonia, pasando por Aquisgrán (Aachen) o Limburg, en busca de la salchicha perfecta. Y fui dando con ella a medida que saboreaba la Bratwurst o la Bockwurst felizmente tocadas por la excelente mostaza alemana. En España hacen furor lo que aquí conocemos como salchichas de Frankfurt, esas que nosotros plancheamos o freímos y que ellos mayoritariamente cuecen: suele ser carne de cerdo picada en la mayoría de los casos, aunque algunas marcas las confeccionan con pollo o con algo de ternera.

Entre pan, convenientemente aderezadas, son un festín. En Mataró existe el epicentro de las mejores que he probado jamás en mis cincuenta años largos de vida, siempre iguales desde hace cinco decenios, fritas en manteca y acompañadas por una mostaza inigualable marca de la casa. El célebre Frankfurts comenzó por poblaciones del Maresme y finalmente se instaló en Barcelona, en Pedralbes, en lo que sigue siendo un lugar de peregrinación incorregible de los lugareños. Más de treinta tipos de salchichas los contemplan, una barra, pocos asientos y mucha agilidad. Detrás de la barra, siete u ocho tipos. Sin parar desde la mañana hasta la noche. Lo que empezó siendo el chiringuito imaginativo de un hombre ha acabado siendo una industria que fabrica las salchichas, las salsas y el pan: qué mejor manera de agrandar el beneficio no teniendo que depender de ningún proveedor para sus decenas de establecimientos, debió de pensar, y constituyó la suministradora. Isidro Vallés se hizo con la fábrica «que agrandó notablemente» de Leo Boeck, un alemán que introdujo los embutidos alemanes en Barcelona allá por los años veinte, y ha creado un emporio industrial tan sabroso como ejemplar «www.embotitsleoboeck.com» al que le debo años de placer ininterrumpido.

La Cervela del Frankfurts sigue siendo el mejor bocado alemán fuera de Alemania y, posiblemente, también dentro. Supone un placer para los sentidos pasear Alemania en busca de una salchicha. Aachen es un reducto de grandiosidad carolingia y supone saberse en el corazón de la Europa que creció de la mano de un Carlomagno imbatible, creador de Imperio y gobernante sabio. Su catedral es, literalmente, turbadora. Como la de Colonia. Como la de Koblenz, ciudad de envergadura, a la medida del hombre, en el apareamiento de los ríos Rhin y Mosela, que contempla la más brutal de las estatuas dedicadas al káiser Guillermo I, reconstruida tras la Guerra Mundial «la segunda» y que supone un homenaje al primer jefe de Estado que tuvo Alemania tal y como la conocemos hoy, después de que Bismarck guerreara para unir a Prusia todos los reinos sueltos que andaban a su alrededor. Si se acercan por aquellos lares, hay dos enclaves que no deben dejar de lado: Trier y Limburg.

Tréveris «Trier» es una segunda Roma que asusta por la enormidad de su belleza, simbolizada principalmente en su Porta Nigra, y Limburg parece, en un primer vistazo a su imponente casco antiguo lleno de casas de entramado coronadas por la imponente catedral de San Jorge, la ciudad de Hansel y Gretel, un decorado hecho a propósito para el ensueño germánico. La seriedad alemana, su resignación tras los intentos descabellados de andar en guerras en las que los metieron gobernantes exaltados y felizmente superados, se materializa en la resolución del pago de las últimas deudas contraídas tras la Primera Guerra Mundial. Sin alardes ni chulerías. Su capacidad para asimilar un estado arruinado como la República Democrática demuestra que pueden conseguir lo que se propongan. Y sus salchichas sabrosas, carnosas y especiadas justifican sobradamente un paseo por aquel suelo extraordinario.


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Comentarios 1

29/10/2010 19:05:29 JUAN A. SOLER
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