El Príncipe, entretanto, celebra su último cumpleaños de soltero. Ignoro si hay mucha diferencia en celebrarlo casado o no, pero es todo un síntoma: a medida que iba convirtiéndose en el que las acaba acompañando a casa a las tantas, Felipe veía acercarse el nubarrón negro de la soltería tardía. En esta ocasión podrá brindar por un futuro en la compañía que ha elegido.
Le aconsejo, humildemente, paciencia ante los dimes y diretes y comprensión ante quienes critican su decisión. La suya nos afecta a todos y todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión, sea quien suscribe, sea mi admirado Jaime Peñafiel, en un sentido, sea en otro.
Mi deseo personal –por la cuenta que nos trae a todos– es que pueda celebrar los aniversarios que le esperan con la misma felicidad que lo celebra estos días. Y que su prometida aprenda a esquiar debidamente, que le queda mucha pista por delante. |