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7 de septiembre de 2001

La noticia no está en la boda noruega


Las incógnitas que encerraba el enlace entre Haakon y Mette-Marit, que hacen referencia a la presencia en la boda de la joven Eva Sannum, ya han sido desveladas gráficamente. Es decir, ya hay fotografía del Príncipe Felipe junto a la muchacha por la que bebe los vientos. La que no se ha visto -que se sepa-- es la de la Reina Sofía junto a la que podría ser su nuera. Se ha dicho que la Soberana española no ha querido quedarse al baile. Sabemos que su hijo y la modelo se han visto, pero no sabemos lo que se han dicho, si es que se han hablado. Ni siquiera si la Reina ha tratado a la joven como suelen tratar las suegras a las novias de sus amantísimos hijos el primer día que se ven. Don Felipe y Eva ya coincidieron en la despedida de soltero: entraron por distinta puerta y a distinta hora y dentro, claro está, no había fotógrafos. Se han cuidado mucho de que fuera así durante la vistosa ceremonia: cada uno en su banco y sin miraditas.

Se ha dicho que la Soberana española no ha querido quedarse al baile de después de la cena nupcial

La presencia de la joven noruega parecía deberse a la amistad que mantiene con el heredero noruego y no a su relación con el español, está claro; sin embargo todos sabemos que la Casa Real española ha sido consultada antes de proceder a la invitación por un aquel de no vayamos a meter la pata. La Casa Real ha dicho que sí y Eva ha sido invitada. ¿Quiere eso decir que estamos a las puertas de una serie de gestos semioficiales que den a entender que la relación entre ambos va más allá de una aventura pasional?. Dicen los exégetas de la realeza que probablemente sí. Lo más prudente será, de momento, no hacer valoraciones.

Hay que dejar al Príncipe que haga lo que quiera, dándole a entender que él sabrá lo que hace con su vida (y con las nuestras)

La boda, por hablar de otra cosa y dejar al Príncipe que haga lo que quiera, dándole a entender que él sabrá lo que hace con su vida -y un poco con las nuestras-pero que nos conviene a todos que no meta la pata, ha sido como se espera que sea la boda de un heredero: por muy moderno que sea y por mucha novia con pasado plebeyo, a la hora de decir “sí quiero” se lo montan como si viviesen en el siglo XVIII, lo cual me parece muy bien y me despierta una insanísima envidia, aunque sólo sea por lo barato y variado que les sale el álbum fotográfico. No conozco el menú, pero imagino que no estaría formado por la espantosa y habitual ternera de boda que te endiñan en España a la que te escantilles; la novia, guapa, como todas; el novio, más tieso que un ajo porro; la familia, emocionada por casar al niño; la Reina de España, pronto en casa por aquello de que no son horas de estar en la calle, con la que está cayendo en Noruega.


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