Diez Minutos |
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29 de abril de 2004 | ||
Cómo sobrevivir en una caseta 7 días |
Casi debería decirles que de la Feria de Abril puedo hablarles, fundamentalmente, por referencias, pero no quiero ahondar en un asunto que ya he expuesto con anterioridad en varios medios -mi famosa alergia al albero-- y que, me temo, puede resultar cansino. Nos encontramos, como saben, ante una de las manifestaciones festivas más importantes del mundo: visitada, descrita, fotografiada y comentada por millones de personas, la Feria sevillana precisa de poca presentación. Su dimensión ha ido creciendo con los años y hoy en día convoca a cientos de miles de personas: de ellos, no pocos conocidos. Otros tantos llegan desde fuera de la ciudad y acuden al reclamo del amigo sevillano que goza de la titularidad de alguna caseta, pasean en coche de caballos, visten de gitana o, incluso, de corto y se marcan valerosamente algunos pasos por sevillanas. Los fotógrafos saben que en el cruce de cualquier calle verán rostros populares, lugareños o luminarias llegadas de fuera Los compañeros fotógrafos saben que sólo con esperar en el cruce de cualquier calle aparecerán rostros enormemente populares: a los lugareños se le suma, como digo, un buen puñado de luminarias llegadas, las más de las veces, de la capital de España y de algunos puntos del extranjero. Aún se recuerda a Grace Kelly vestida primorosamente o a Jackie Kennedy el día que apareció invitada por Don Antonio Garrigues. Los rostros más populares acostumbran a hacer aparición en la segunda mitad del ciclo, con lo que en estos días podrá uno asomarse a las calles con nombres de toreros y sorprenderse con la presencia de vaya usted a saber quién. Pero el auténtico espectáculo, el más sincero, es el que protagoniza el pueblo de Sevilla, el que vive la Feria de día o de noche y hace de la fiesta un auténtico rito.
Aquí abajo nos conocemos todos y no nos sorprendemos de ver pasear a Curro Romero o a José Manuel Soto -algo más gordito de lo que volvió de su aventura selvática- por las calles del Real: quien más, quien menos, tiene su rincón y sus amigos y ve pasar los días entre la cháchara y el cante. Vienen los políticos –no creo que lo haga el presidente, que estará en otras cosas–, vienen los faranduleros, vienen hasta algunos intelectuales... y se encuentran con una ciudad en estado de gracia. La caseta de feria de un sevillano es su auténtica casa durante estos siete días y la puerta de la misma está abierta a sus amigos y conocidos. Sólo por lo que los clásicos llaman "estallido de luz y color" vale la pena asentarse y observar. Si, además, tiene forma de integrarse -hay que conocer a alguien--, mejor que mejor. Feliz Feria de Abril a todos.
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