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21 de septiembre de 2001

Alejandro, el genio se ha hecho mayor


Amenábar se ha hecho mayor. Se ha consagrado. Su aspecto se sigue asemejando al de un repartidor de pizzas que guarda un genio oculto en su portamaletas, pero se ha hecho mayor, que no viejo. Comenzó hace tan sólo dos películas y pareció abrir una caja mágica de posibilidades: se habló de su talento y no se le subió la fiebre de la vanidad. Calladamente, siguió con su empeño de filmar el misterio y la inquietud, que son dos géneros tan difíciles en nombre de los cuales se han filmado auténticos bodrios. Como digo, sólo dos películas atrás era impensable que este joven recortado y prudente pudiera colapsar la Gran Vía de Madrid a no ser que lo hiciera por la fuerza. Esta pasada semana, en su estreno madrileño, ha convocado en ese río de coches y asfalto de la capital, a propios y extraños deseosos de ver de cerca de este nuevo mito universal que se llama Nicolasa. La película, me dicen, está bien, pero eso me importa menos.

Sólo dos películas atrás era impensable que este joven recortado y prudente pudiera colapsar la Gran Vía de Madrid

Yo mantengo lo que el maestro Caballero Bonald, que en más de una ocasión ha dejado de ver una película en la pantalla de un cine ante el convencimiento de que se estaba privando de ver la auténtica película de la calle. No tengo mucho criterio, sólo sé lo que me gusta y lo que no, y las dos anteriores de este capitalino bajito y atrevido conseguí verlas enteras, que ya es mucho. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. A Amenábar lo bendijo Tom Cruise cuando aún le hablaba a esta muchacha australiana de piernas largas y nariz inquietante y colocó sus sueños a tiro de deseo gracias a su abigarrado talonario: la cinta ha costado una pasta, pero sólo en sus dos primeras semanas americanas ha recaudado diez veces más de lo invertido. Negoción. Habrá que invertir en cine del bueno en lugar de en Gescartera. No todo iba a ser Almodóvar.

No todo iba a ser Almodóvar. Alejandro puede, a partir de ahora, hacer lo que quiera: extravagancia o simple vagancia

Alejandro puede, a partir de ahora, hacer lo que quiera: extravagancia o simple vagancia. Puede dirigir una obra de jardín interior, o volver a dar el pelotazo con otra terrorífica cinta protagonizada por Penélope Cruz, que es quien parece ocupar, de momento, el corazón de su mecenas. Haga lo que haga, habrá conseguido, con relativamente pocos años, encumbrarse allá donde otros lo han hecho después de muchos intentos. A mí me conmueve que eso lo haya logrado un tipo sencillo y joven, que se ha hecho mayor a golpe de celuloid. Pienso llegarme al cine, heroicamente, y distraerme con esa historia de miedos. Será mi modesto tributo a su esfuerzo.


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