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24 de agosto de 2001

El dinero de la Koplowitz


Un rico es aquella persona que nunca sabe exactamente lo que tiene y que difícilmente sabe calibrar lo que significa ganar mil millones más o menos. No creo que sea su caso ni el mío, querido lector, pero sí el de Esther Koplowitz que, según creo, tiene un capitalito ganado poco a poco que le garantiza poder disfrutar de su buena rentita para cuando sea mayor.
Me hablan de tantos miles de millones que me pregunto si hay el suficiente sitio en los bancos para guardar tanto billete suelto. Hay quien lo tiene en su propia casa, metido entre las sábanas, pero no creo que ése sea el caso, tal y como está el tema del ladroneo. Por menos de nada te revientan la puerta y se te llevan el cisne bordado sobre la pradera de encaje, el nido de palomas de Lladró, el cuadro de los caballos viajando sobre un mar embravecido y todo lo que pillan.

El disgusto de esta mujer debe de ser tan mayúsculo como su patrimonio, calculado en miles de millones de pesetas

Que se lo digan a ella, que será propietaria de una empresa de seguridad pero que tiene menos vigilantes que una obra y así le ha lucido el Goya y el no Goya. Eso sí que es columpiarse. ¿De qué te sirve ser tan rico y poderoso si no eres capaz de evitar que entren un par de maromos en tu casa y te limpien la pared? Cuentan en Televisión Española que un día llegó un camión con tres tipos vestidos con su correspondiente mono de trabajo y que estos preguntaron por el piano de gran cola. "Venimos a llevárnoslo para afinarlo", dijeron. El servicio les indicó dónde estaba e incluso se les ayudó a cargarlo con muchísiiiiimo cuidado. Ni eran afinadores, ni pensaban devolverlo: del piano nunca más se supo y de los agudísimos chorizos tampoco.

Esther es dueña de una empresa de seguridad pero, en su casa, tiene menos vigilantes que una obra y así le ha lucido el Goya

Pues lo ocurrido con los cuadros debió ser algo parecido: “Muy buenas, que venimos a por el Goya para el tema de su limpieza”, y se quedaron tan panchos.
El disgusto de esta mujer debe ser tan mayúsculo como su patrimonio, calculado en miles de millones de pesetas: tal vez alguno de ellos deba utilizarlo para rescatar el cisne, el caballo, el columpio y el marco de plata con la foto de los niños en bañador. Se calcula que lo robado equivale al 5% de su inmensa fortuna. Este hurto viene a ser como si a nosotros, ciudadanos de a pie, nos hubieran robado el televisor y el espejo biselado y falsamente envejecido que tenemos en el recibidor. Un disgusto, porque además de eso, te dejan la casa patas arriba y la desagradable sensación de que alguien se ha permitido el lujo de orinarse encima de tu cubertería.


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