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31 de octubre de 2001

Eugenia de Alba, víctima de los simples


Eugenia Martínez de Irujo ha sido una joven que no ha ocupado su tiempo en vivir de cara a los medios de comunicación. Cuando no ha tenido más remedio ha hecho de tripas corazón y ha contestado educadamente a lo que se le preguntaba, normalmente trivialidades, y ha seguido viviendo la vida como ella ha considerado oportuno, sin hacer de ello un motivo de comercio ni de escaparate.
Por todo ello, no entiendo que en una sola semana, y por algún comentario de un par de simples a los que, por increíble que parezca, se les da sitio en los medios de comunicación, se vuelque el interés social en saber si Eugenia es feliz o no en su matrimonio y si mantiene o no determinadas relaciones paralelas. Inaudito. En los territorios que afectan a la estabilidad de una pareja hay que ser extraordinariamente prudentes porque, por mucho que creamos saber, casi nunca sabemos nada. Y menos un par de cuentistas que parecen tener un espía en cada cama y que quieren convertirse en aceleradores de las crisis matrimoniales, existan o no.

Eugenia y Fran vienen siendo actualidad por aquello de que, entre bautizos y bodas, tienen repleta la agenda de actos

Eugenia y Fran vienen siendo actualidad por aquello de que, entre bautizos y bodas, tienen repleta la agenda de actos familiares y porque se está poniendo en duda que se lleven o que no se lleven. Y el calendario no les ayuda, desgraciadamente. Cuando acudieron al bautizo de los hijos de Cayetano -por fortuna empiezas a sonreír, hijo, que no te reías ni en el látigo- una turba fotográfica hambrienta de matices se abalanzó sobre ellos mientras el gentío buscaba una arruga, cualquiera, en su sonrisa. Así no es fácil andar por la pasarela de la vida. Pero no es nada comparado con la cara de curiosidad que les espera el día de la boda del hermano menor de Fran y de la joven modelo que en su día, parece, tonteó con el torero. Morbo añadido.

A su marido no se le ha descompuesto el rictus ni siquiera delante de los toros que lo han querido matar, que han sido unos cuantos

Muchos querrán ver en la cara de Eugenia un gesto de cansancio escénico para corroborar el vaticinio de la crisis, pero no saben que esta chiquilla está acostumbrada y educada desde pequeña para contener el gesto y las maneras. Y tampoco saben que a su marido no se le ha descompuesto el rictus ni siquiera delante de los toros que lo han querido matar, que han sido unos cuantos. Ese deporte contemplativo de las intimidades televisadas, por lo tanto, creo que va a sentir determinada frustración cuando contemplen la normalidad en la cara de una joven pareja que se llevará mejor o peor, cosa que sólo a ellos incumbe, y que lo que tenga que decirse se lo dirá en casa, no en los patios de vecindad.


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