Los tribunales han marcado a Más y a las pubillas y ahora para ERC lo urgente es no correr
PUIGDEMONT: «Yo me iré de aquí y no voy a tardar mucho, pero me llevo por delante a Junqueras». Frase que resume el divorcio cainíta que asola el paraíso independentista. La caída anunciada del castillo de naipes. El gordito feliz no sabe cómo decirle al resto que la cosa no va bien y que el sistema apropiado no es el que están desarrollando. Él, que es el más indepe de todos, diciendo aquello que tanto se pronuncia en la Cataluña de hogaño: No Anem Bé, no vamos bien.
Todos los Junqueras que aspiran a algo, esencialmente a la mayoría en unas elecciones a la Generalidad, procuran quitarse de encima cualquier asunción y desarrollo de decisiones delictivas. Hasta ahora va a parecer que Junqueras pasaba por ahí y que, en realidad, él no quería. Díganle que firme los decretos y que asuma las decisiones: verán como siempre hay alguien que le está llamando y que vuelve en un momento. Para asumir todas las culpas ya está la pobre tonta de Carmen Forcadell, que juega a la heroína y va a acabar como la boba que se lleva todas las tortas.
Muy bien, y usted me dice: es que han confeccionado una ley que desconecta en un minuto Cataluña del resto y asumen jueces y policías y dictan decretos y retiran pasaportes y cierran periódicos y tal y tal. Ya. ¿Usted no se creerá que eso sirve para algo no? ¿de veras cree que el día 7, un día después de que el 6, por poner un ejemplo, se proclame el engendro legal, va a dejar de funcionar el Estado? Algunos creen que el día 7 la señora Báñez no va a tramitar las pensiones, las obras del corredor mediterráneo van a acabar bruscamente en los límites de la región, el Ave no va a salir de Zaragoza o Montoro va a dejar de pagarles la deuda a toda esta cuadrilla de cuentistas. ¿De veras creen que los funcionarios en Cataluña van a correr en masa a quemar su pasaporte español suplicando les entreguen la nueva documentación del paraíso catalán? ¿Hay alguien en su sano juicio que crea que el día 7 llamarán los ministros de la UE a preguntarle a Puigdemont a dónde le envían el embajador y los canapés y las cartas credenciales? Desengáñense lo más fervorosos: esa ley no sirve absolutamente para nada. Quizá solo para calmarle los ardores a los de la axila y la sandalia, pero para poco más. Y ese convencimiento quema las relaciones entre unos y otros. Los pobres del PdeCat, o como coño se llame el cadáver insepulto de Convergencia, detestan a los de Esquerra, creen que les están haciendo la envolvente y saben –eso lo saben– que en unas elecciones pasan a negro: en todo tienen razón. Los tribunales han marcado a Más y a las pubillas y ahora para ERC lo urgente es no correr.
Por demás: el referéndum. Me da la impresión de que el gobierno barrunta algo para impedirlo y no necesariamente es poner un guardia en la puerta de los colegios electorales impidiendo la entrada a los portadores de papeleta liberadora. Eso es regalar una fotografía. Tiene que haber otra solución para impedirlo en la práctica (les brindo una idea: ¿quién va a fabricar las urnas?. Digo yo que se pondrá al teléfono). Todo disparate tiene su antídoto racional, sólo que hay que buscarlo y sé que no es sencillo, pero en la órbita gubernamental hay mucha gente contratada con dos dedos de frente. Pónganse a pensar.
Samuel Bronston debería resucitar y reciclar la última escena de La Caída del Imperio Romano, donde, entre las llamas de Roma, los nobles pujan con sextercios por el trono mientras todo se derrumba. Se trata de cambiar las plumas por barretinas. Y ya..