La política española hoy cabe en poco más que un meme. No va mas allá de una frase, de un eslógan, un flash
DE no existir el núcleo existencial de Podemos, deberíamos inventar un placebo semejante que nos proporcionase momentos de éxtasis analítico como el vivido a cuenta del retorno del Jedi. De esta tropa tan entrañable como cursi, podemos aseverar variadas hipótesis de trabajo, pero la mayoría de ellas coincidirá en señalar a la formación morada como un grupo social con maneras de secta o, como poco, de pandilla de iluminados al rebufo de un líder algo mesiánico, como los conductores de masas descarriadas.
Efectivamente, a ese puñado de dirigentes menores de Podemos, les cabe el cliché de comportamiento calcado de las sectas tradicionales: uniformidad estética e ideológica, devoción incuestionable por el líder y pautas de interpretación social absolutamente primarias derivadas de decálogos tan incuestionables como invariables. Como si fueran autómatas de túnicas anaranjadas, los seguidores del Macho Alpha disponen de la comunicación con las masas para anunciar las nuevas venidas de la razón verdadera, e ignoro si con su anuencia o sin ella, diseñan panfletos comunicativos que sonrojan, incluso, a los propios interesados, o eso dicen ellos. El cartel en el que dan cuenta del retorno del líder, tan propio de los años treinta, con el puño cerrado, la actitud agresiva y la amenaza que eso supone para los no afectos, es un compendio de una declaración completa de intenciones: he estado fuera un tiempo porque no tenía más remedio pero ya vuelvo a poner orden en este patio descontrolado. Vuelvo yo, pero lo que en realidad vuelve es el mismo deseo de siempre: la colectivización de la propiedad, el control absoluto de la expresión, la normativización de todos los protocolos sociales, la sustitución de las ideologías por el pensamiento único y la prohibición de expresiones sociales al margen de la verdad revelada. Cuando eso mismo lo explicitaban Lenin y la Krupskaia a principios del siglo pasado, pocos les prestaban atención en la cómoda Ginebra de la época. Luego alcanzaron San Petersburgo y les evito el resto del relato. Hoy, ciento y pico de años después, una pareja de iluminados, Él y Ella, mantienen posturas semejantes y discursos parecidos al calor del populismo inevitable en tiempos convulsos de las crisis.
La política española hoy cabe en poco más que un meme. No va mas allá de una frase, de un eslógan, un flash, una foto rápida. El mensaje simple consiste en decir: tras el heroísmo de haber dejado la primera línea para cuidar a sus nenes y mientras Irene entretenía al público, Él vuelve a darlo todo, a llevarnos a nosotros por senderos luminosos camino de la felicidad suprema. Y todos a contener la risa floja. Mientras Él estaba en el chalé dedicándose a la meditación y los pañales, según la verdad oficial divulgada en último comunicado, representa que su guardia de corps estaba preparando la mercadotecnia del anuncio de su vuelta y que lo que se les ocurrió, en la línea consecuente del Culto al Líder, fue un panfleto con su imagen revolucionaria y la leyenda precisa de la palabra mágica: Vuelve Él, por fin vuelve y ahora os vais a enterar. Y representa que eso Él no lo sabía y que se ha visto sorprendido en su humildad. Y por ello ha publicado un mensaje que dice que así no, que agradece el cariño pero que no es necesario. Y a todos los demás nos da la risa, algo nerviosa, es cierto, pero risa al fin y al cabo.
Él, el hombre cuyo ego no cabía en su bragueta, puede que esté en descenso de expectativas, pero si algún día lo tuviéramos que sufrir en responsabilidades públicas de largo alcance, deberíamos resignarnos a ver sus estatuas en los parques y sus fotos en las escuelas, que es lo que exige un líder como Dios manda. O como mande quien sea.