¿Qué moral puede tener la tropa viendo a sus dos expresidentes incomunicados e incomunicables?
AL PP no le sientan bien según qué experimentos, y esta elección de líder por parte de la militancia, corroborada o no por procuradores en un congreso posterior, está dejando el patio con demasiadas manchas de sangre, de esas que coagulan, se pegan y son difíciles de aclarar (la sangre de la derecha española parece que coagula de forma diferente a como lo hace la de la izquierda). Digamos que trámites de refriega como los que se viven en el ámbito popular resultan más asimilables en el PSOE por su tradición más festivalera y por estar más acostumbrados a los alborotos y enfrentamientos: en el PP, por el contrario, desde que Aznar refundara la vieja AP sólo hubo escaramuzas (no declaradas como enfrentamientos) en el congreso de Valencia y en el tiempo en el que el Líder Supremo ultimaba los detalles de su Libreta Azul. Lo demás no ha tenido nada que ver con este endemoniado invento de primarias que le ha impuesto al PP… el resto de partidos. Una vez llegados a este punto y una vez elegido/a presidente/a, será curioso observar cómo hará la Ejecutiva victoriosa para unir un partido que está hecho unos zorros, con una brecha monumental de por medio y con enemistades afloradas de difícil reconversión. Muchos piensan en las primarias norteamericanas, esas en las que los candidatos del mismo partido se arrean sin contemplaciones y que, después, pasada la elección, protagonizan reconciliaciones espectaculares: hay claras diferencias, los norteamericanos llevan muchos años en ello, en el indisimulable pragmatismo, y los partidos no son más que maquinarias electorales activables cada cuatro años. Aquí un partido es una maquinaria burocrática incapaz del letargo invernal que viven en EE.UU. los pocos funcionarios que mantienen viva la estructura. En esta España cualquier partido es una suerte de megaministerio, delegaciones incluidas, que jamás descansa y jamás deja descansar.
El nuevo líder popular deberá hacer frente, pues, a tareas delicadas. Le espera un negro panorama judicial, una reconstrucción complicada y un panorama electoral incierto. El Gobierno de Sánchez ya se encarga de ir tejiendo un nuevo cordón sanitario semejante al que urdió para desalojar a Rajoy del poder, solo que esta vez aspira a darle carácter permanente: de ahí su insistencia con Franco o sus intentos de situarles en la ultraderecha. Las elecciones municipales y autonómicas, por demás, de no llegar a tiempo con el partido engrasado y las cicatrices cosidas, pueden suponerle perder los feudos que aún le quedan y obligarles casi a una refundación. ¿Qué habrán de pensar muchos candidatos viendo esta guerra disimulada de vídeos con que acusar al rival de indefinición ideológica, ser más de lo mismo o no tener experiencia? ¿Qué moral puede tener la tropa viendo a sus dos expresidentes absolutamente incomunicados e incomunicables?
Ante ese panorama, es difícil saber quién tiene asegurados más votos, porque los electores suelen mentir en ocasiones y Nuñez Feijóo aún no ha decantado su dedo a la hora de escribir este suelto (es hasta probable que desee un líder que pase el trámite de este tiempo para no comerse él el marrón y aparecer como salvador dentro de dos años), pero a quien resulte ungido me permito aconsejarle algo: vendan la sede de Génova, externalicen la administración del partido y muévanse a una zona de expansión en la que construir una sede de paredes transparentes donde, sin obviar elementos fundacionales esenciales, comiencen un reload visible por toda la sociedad en el que no dejen áreas vacías para el crecimiento de otras formaciones políticas. Pocas ideas, si quieren, pero claras. Y algo más que mercromina para sanar los rasguños: cirugía reconstructiva, a poder ser.