El próximo 21, la gran fiesta se prepara como las verbenas de San Juan
LAS fichas del destino, las piezas del tablero o como queramos llamarlo, vuelven a estar, un año después, en la casilla de salida, en feliz expresión del profesor Fernando de Haro, periodista de referencia en COPE, cada tarde, junto a Pilar Cisneros, ojos de arrecife que atisban precipicios y corales. Ha pasado un año y algo más de aquella asonada de opereta que consistió en simular un referéndum, proclamar una república y suspenderla a los siete segundos y huir por las trampillas en virtud de una vertebrada tradición catalana consistente en escapar de uno mismo así se ha cometido el error y el delito. Un año después, analizándolo con calma, todo ha vuelto a la situación que precedieron a los días «gloriosos» en los que el golpismo catalán amagó con ser valiente: un gobierno regional vuelve a amenazar al Estado al que pertenece y se dispone a quebrar todas las leyes a mano esgrimiendo los mismos argumentos, los mismos, que han llevado a la cárcel o a la fuga a los actores del Golpe. En esta ocasión, un perfecto demente de balbuceo fascistoide, amenaza con la desobediencia y la proclamación unilateral de la dichosa Republiqueta así se consuma no sé qué señal ciudadana, aunque sea mediante métodos violentos, de pura guerra entre facciones armadas.
Es, a efectos reales, casi peor que un año atrás: en ese momento las llamadas a la revuelta contemplaban violencia pero no enfrentamientos armados entre sociedades o Fuerzas Armadas; en este día, mesnadas de animales de encefalograma discutible se sienten dispuestos a sacrificar el orden, la convivencia y la paz ciudadana en aras de una revolución imposible en la que ni siquiera cree la mayoría de sus conciudadanos. El próximo día 21, con el Consejo de Ministros anunciado en Barcelona, la gran fiesta se prepara como las verbenas de San Juan, hogueras aquí y allá, carreras, gritos, golpes y toda la artillería necesaria para hacerle la vida imposible al ciudadano, sea de los nuestros o de los otros: «un corte de carretera es una forma de abrir caminos», creo que han dicho en alguna de sus publicaciones. Siempre habrá imbéciles que se lo crean.
A aquellos que propugnan repetir el «éxito» de 2017, parece no importarles lo que consiguieron los protagonistas de entonces. La mayoría de los que no huyeron como ratas por alcantarillas están en la cárcel. Llevan un año, ahora en huelga de comida suministrada por la prisión, y se enfrentan a una condena previsiblemente dura. Quién sabe si un indulto les evite algunos años de cárcel, pero, de llegar, lo haría pasado el suficiente tiempo como para hacer de la aventura un negocio muy infructuoso, en años y penas. Los huidos tienen un largo plazo de años sin poder volver a casa, por mucha que sea su nostalgia de escudella y carquiñolis. Con esos precedentes, sorprende que haya hijos de la estulticia que se arriesguen a probar la efectividad de la Justicia y la entereza del Estado de Derecho, aunque al frente de él se encuentre un sujeto de la calaña de Sánchez, siempre en doblez, siempre líquido, siempre en renuncio.
Lo cierto es que ese Doctor Calamidad, una de las peores pruebas de resistencia a la que se haya podido someter a los materiales que configuran el país, decidió en su día celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona, acción que a algunos nos parece una decisión más cercana a personajes de dibujos animados que a políticos con capacidad interpretativa de la realidad. Una vez tomada la decisión, no obstante, no se pueden volver atrás: deben contar con el apoyo de quienes creemos que el Ejecutivo se puede reunir donde le parezca oportuno. Así que, me cuesta decirlo, pero el Gobierno de España cuenta con este humilde periodista para lo que considere oportuno.