Se escudan en la Religión para disculpar sus comportamientos
MENOS mal que el lider de los encarcelados se declara católico apostólico. Posiblemente no romano: antes montserratino, que ya sabemos que es un universo paralelo que exige un anclaje mucho mas comprometido pero menos universal. Si eres montserratino –en el estricto sentido que la comunidad monacal le ha dado al hecho religioso– sabes que el diálogo del Hombre con Dios está algo mediatizado por el servicio del rezo a la proliferación del hecho independentista. Independentista de lo que sea, pero preferiblemente de esa España que lleva exhibiendo razones imperialistas desde... pongamos que Ordoño II, que es una de las figuras de la Plaza de Oriente de Madrid en la que más reparan los paseantes de las mañanas de domingo.
Cuando Oriol el Santo se plantó ante la juez le explicó que su Fe católica le impedía actuar con violencia y que toda esa acusación no tenía sentido alguno; cosa que no sé si acabó de creer la juez. Estas Nancys Beatas que se escudan en la Religión para disculpar sus comportamientos invitan, de momento, a un cierto interés antropológico por la cuestión. Junqueras no considera violencia que se malcríe a los chavales de su comunidad con consignas indecentes y xenófobas; muchos sí. Junqueras no considera violencia que se acose vecinalmente a quienes exhiben símbolos no relacionados con el independentismo, sean banderas españolas o señeras catalanas sin la estrellita dichosa; muchos sí. Junqueras no considera violencia que se amenace a jueces y fiscales de manera que un buen número de ellos pida su traslado fuera de Cataluña; muchos sí. Junqueras no considera violencia que se apalice a dos señoritas con la camiseta de la selección española o que se acose a los guardias civiles que van a recolectar documentos por orden de un juez a la Consejería que dirigía o que se le diga a una candidata opositora que se vaya a su ciudad natal. Y así hasta la nausea. Es evidente que no se trata de terrorismo al estilo vasco, pero muchos sí que consideran que no pocas cabras locas del independentismo están a un paso de convertir su creencia en una forma de lucha callejera.
La aplicación sorprendentemente balsámica del 155 ha servido para instaurar una suerte de tregua sorda en la que los gudaris montserrratinos se están mordiendo el labio sin disimular demasiado su rabia contenida. Están a la espera de una señal, pero conociendo a las Beatas, la señal no llegará antes de las elecciones, ya que hay que demostrar que el ejército civil y religioso de Cataluña sabe moderar sus acometidas de rabia.
Añado algo más: las beatas no mienten. Y estos le mienten hasta el médico. Andan disimulando, abjurando y diciendo que se lo han pensado mejor, y conteniendo una furia que apenas pueden sujetar bajo su birrete. Harán lo posible para concurrir en campaña electoral y se desdirán de todas las barbaridades que hicieron y dijeron. Mentirán y los suyos entenderán sigilosamente que lo hacen para librarse del yugo carcelario con tal de que todo vuelva a ser como era en su día, cuando campaban por medios y enteros expandiendo la palabra indepe y dando a entender que no habría fuerza divina ni humana que parase a aquél pueblo arrollador decidido a cumplir con su destino y a llegar a la Tierra Prometida.
Las beatas de rezo diario y carcelario no saben qué hacer para volver a los días del becerrro de oro independentista. El tiempo que ellos consumen en el monte carcelario tiene desalentados a quienes esperan al pie de las prisiones sin saber por donde tirar. El Supremo puede que los libere en breve –o no– y los deje a los pies de las urnas de verdad. Será el momento de la Verdad tan deseada, vistan de novicio o de corista.