Otros llegarán que, incluso, pueden hacerles buenos, pero es imprescindible que demuestren si se puede gobernar de otra manera
SI finalmente nadie lo jode, como reza el famoso azulejo, va a acabar siendo un hecho el desalojo por las buenas de toda la tropa instalada en la Junta de Andalucía desde hace un viaje de años. No éramos pocos los que dábamos por imposible ese elemental e higiénico cambio en una administración regional sometida a todos los vicios que conlleva el apalancamiento durante décadas y el convencimiento interno de que la administración estaba hecha para el partido y al revés, el partido para la administración, de manera que pudieran confundirse tranquilamente lo uno y lo otro. De hecho, quien esto firma estaba convencido de la renovación, en tándem con Podemos, del socialismo susanista. Durante el mismo recuento era un servidor de los que sostenían que no podía ser, que al final surgiría el carretón de votos ocultos que por algún lado andaban, y todo volvería a ser como siempre. Y no fue así.
Y muchos de los que esa noche creían que no iba a pasar nada e iban a continuar en sus canongías sintieron estremecerse algo por dentro y palidecieron pensando que van a tener que hacer lo que no han hecho jamás: enfrentarse a la vida civil, tanto los buenos como los malos, ya que en el aparatoso entramado de la Junta hay no pocos cargos políticos de probada solvencia, directores generales, jefes de departamento, funcionarios con responsabilidad que han intentado hacer lo mejor para su Comunidad y gracias a los cuales las cosas han salido más o menos adelante. Pero saben que hay que hacer las maletas y que otros llegarán que, incluso, pueden hacerles buenos, pero que es imprescindible que demuestren si se puede gobernar de otra manera, desarrollar otras políticas y solucionar nudos insufribles en las cosas diarias de los andaluces: las sucesiones, el IRPF, las listas de espera sanitarias, la dependencia, el desarrollo educativo y, si quiere, hasta Canal Sur, que soy de los que cree que pretender cerrarlo es una barbaridad: es urgente redimensionarlo y favorecer mayor operatividad, cosa que no es nada fácil habida cuenta de la estructura de la casa y el poder sindical, pero no deshechar una legítima herramienta de entretenimiento e información que puede acometer la labor de vertebrar socialmente una comunidad tan dispersa y grande como Andalucía.
El acuerdo, según se veía y escuchaba a los actores protagonistas y a los secundarios, ha brindado momentos de incertidumbre e inquietud. Ciudadanos, esencialmente Rivera, se dispuso a realizar algún desfile de posturas y pudo parecer que se llevaba el pacto al traste, pretendiendo no mancharse con Vox, aunque fuera a costa de no dejar fuera a los socialistas. Cuando supo que eso hacía que los restos del susanismo permanecieran, y la negativa de Abascal costara unas nuevas elecciones, el temor a ser culpado de impedir un histórico cambio le hizo reconsiderar las cosas. Cada uno ha hecho lo que podía, el reparto de cargos es sensato y la actitud de Vox merece que el resto de fuerzas y todos los que quieren el relevo les agradezcan no haber hecho imposible el programa de gobierno. Ahora, a lidiar con la realidad, que bien se parece a una jungla administrativa en la que pueden encontrarse de todo y una calle repleta de aquellos que van a perder el cargo, el chollo, el pesebre, la ayudita, la paga y la tontería. Que no tenga ninguna duda este nuevo gobierno, que no la tenga Moreno (que era de los pocos que creía en sus probabilidades), que la oposición se la va a hacer el PSOE en la calle, con todas las movilizaciones de cesantes posibles, ayudados en los actos más duros o violentos por Adelante Andalucía. Se repartirán el trabajo y no lo pondrán fácil: hay demasiado andaluz acostumbrado a que la mamá Junta le mantenga.