Ahora la guerra sorda es de fuego múltiple y muy cruzado. Osea, no tan sorda
EL frío no quiere disimular más que en algunas horas centrales del día. En Buenos Aires, el tiempo se comporta como las demás variables, como la inflación, como el cambio de moneda, como el ánimo: arriba, abajo, arriba, abajo. Ahora toca un fresco momentáneo que, a buen seguro, desaparecerá cuando los miembros del COI y los de las delegaciones aspirantes se vayan cada uno a su casa, cosa que ocurrirá mañana. Unos lo harán con la felicidad completa y otros con la resignación del perdedor. Falta saber lo que decidirán los reyezuelos olímpicos. A eso vamos.
Argentina calienta motores para elegir Congreso y más tarde habitante de la espantosa Casa Rosada de la Plaza de Mayo, la sede del poder ejecutivo de un país de difícil gobernanza, de agitada historia política, de sobresaltos continuos, de gobiernos manifiestamente mejorables. Cristina Fernández no pasa buenas horas. La inflación es muy superior a la que su gobierno admite y tiene a la gente en un ay. Los gestos populistas y boludos ya no calman tantas hambrunas como ocurría en otros tiempos. La presidenta no deja pasar un día sin hacer algún pequeño ridículo: el último es pretender el derribo de la estatua dedicada a Cristóbal Colón —que da nombre a una importante avenida— y su sustitución por una de las teóricas heroínas de la independencia. La municipalidad de BBAA se ha opuesto e impide el paso de las grúas y la comunidad italiana, que regaló la estatua en su día, está que trina. Todo por el borrado de huellas que caracteriza a esta pandilla de pelotudos bolivarianos que está empobreciendo cada día más a sus nacionales.
Pero el tema es la lotería olímpica. De que te toque a que no te toque van muchos miles de millones de euros y mucho beneficio inmaterial que acaba traduciéndose en materia concreta. Madrid es una buena candidatura y está bien defendida: atiendan a la intervención del Príncipe Felipe. Todo ha sido ensayado hasta el milímetro y todas las gestiones paralelas se desarrollan sin descanso. Cuenta Madrid con argumentos a su favor: unidad, trabajo hecho, voluntad política y social, insistencia... Pero también tiene obstáculos en su camino: Tokio, por ejemplo, ha preparado un video sencillamente inalcanzable, técnicamente portentoso, en el que un niño que aspira a ser figura del deporte protagoniza una historia única. La candidatura japonesa —que tiene como talón de aquiles no haber recibido todo el calor esperado de su Casa Imperial— es magnífica. Asia no organiza desde Pekín 2008 y Europa fue sede hace un año... Y está el Factor Francia. París quiere ser sede en 2024, doce años después de la sede londinense que perdió por lo que perdió. Se les ha pasado el enfado a los franceses, pero saben que su única oportunidad es que Madrid no se lleve el gato al agua en 2020. Y por ello están presionando. Si sale Tokyo ahora, el 24 es suyo. Se olvida Estambul por los problemas de todo tipo que agobian al gobierno turco, aunque no descarten que muchos miembros del COI se dejen embobar con la idea tan peculiar de nombrar a una ciudad que es puente entre Europa y Asia y tal y tal.
Ahora la guerra sorda es de fuego múltiple y muy cruzado. Osea, no tan sorda. El lobby francés quiere convencer a los europeos y no disimula. Cuenta Madrid, por ejemplo, con los votos de aquellos que ya han organizado juegos —Reino Unido— y los que no los van a organizar —Suiza, que son cinco, y Rusia, que tiene los de invierno—. Pero vete a saber los demás. Queda aún mucho pescado a la venta y hasta última hora cualquier gesto, palabra, declaración o apoyo tiene mucha importancia en la sensible piel olímpica. No nos dejemos llevar por la euforia, por sí acaso.
