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4 de octubre de 2019

Populismo a dentelladas


Tanto Iglesias como Errejón van a jugar a la complicidad con los que quieren deshacer España

Se va a desatar en el seno de la extrema izquierda española una batalla tan interesante como esperanzadora. Un puñado de comunistas es la mejor garantía de refriega interna que puede exhibir cualquier grupo humano: tú les dejas en una habitación a la hora de comer y cuando vuelves después de cenar hay tres facciones distintas maldiciéndose entre sí. La gran garantía que tienen los defensores de las libertades individuales es el odio cruzado al que se someten los hijos de Lenin, sean los listos o sean los tontos, útiles o no. La reaparición en escena nacional de Íñigo Errejón para disputarle a Pablo Iglesias el lucido papel de favorita del Emir, nos brinda en bandeja el apuñalamiento mutuo (sin piolet) previsto en cualquier manual de historia contemporánea: en la extremidad izquierda de la política española solo parece haber sitio para uno, por más que las facciones sean abundantes, y ello hará que la disputa por ese espacio nos muestre lo mejor de los contendientes, su radicalismo, su nivel de intolerancia, su populismo abrasador y su deseo de laminar las iniciativas particulares de los ciudadanos. Y, por supuesto, su inclinación a confiscar los bienes de cada uno de aquellos que logren beneficios de su trabajo. Sea cual sea el superviviente de ambos, todo hace indicar que seguirán siendo necesarios para completar la mayoría a la que aspira Sánchez, uno en clave alfombrilla de baño y otro en forma de ajuste de cuentas, pero dispuestos a formar, al fin, esa cosa que llamarán hasta la náusea «gobierno progresista». Lo interesante es, no obstante, el camino para llegar a ello.

Los días que habrán de sucederse hasta llegar al 10-N van a situar ante el espejo deformante catalán a estos dos protagonistas de lo que Jorge Vilches llama brillantemente «Populismo para Tontos». Tanto Iglesias como Errejón, seguidores enfebrecidos de una ideología que ha laminado hasta la eliminación física a cualquier autodeterminista, van a jugar a la complicidad, bien explícita, bien con algún disimulo, con aquellos que quieren deshacer España por la vía de los hechos insurrectos. Sentencia, indultos y agitadores callejeros son tres grandes momentos para escucharles. Ahí veremos si compiten entre sí por ser los cómplices de los aprendices de terroristas o por ser los mediopensionistas comprensivos con todos aquellos que excusan el comportamiento de los independentistas. Todo ello mientras el uno llama dictador al otro y el otro traidor al uno.

En estas horas recientes hemos asistido a la banalización de las conductas violentas de los detenidos por la Guardia Civil, a la que no sé Errejón, pero a la que Iglesias detesta. El líder de la coleta, que ha definido como terrorismo todo aquello que le ha parecido, desde la acción de los jueces, los empresarios hasta la de los machistas varios, cree que no es terrorismo tener explosivos y planos de lugares en los que colocarlos. Y afirma que eso es no guardar respeto por las víctimas del terrorismo. Como si a él le hubiesen importado alguna vez las víctimas. Será curioso comprobar si Errejón, con tal de evidenciar diferencias con Iglesias, moderará artificialmente su vocación disgregadora del Estado en el momento en el que Sánchez exhiba leyes correctoras. Si las exhibe.

La pelea por representar a la extrema izquierda en todos los territorios y llevar de la mano a todos los colectivos que han colaborado con Podemos, sean equos, mareas, compromises, anticapitalistas o comunes (¡tan comunes!), deparará un espectáculo reconfortante para los que creemos que toda esta pandilla de totalitarios no están preparados para representar a nadie con dos dedos de frente. Desplegará Errejón teatralidad de falsa moderación socialdemócrata que ni él se cree e Iglesias la furia no contenida de quien ve que le están robando las llaves de palacio. Menuda maravilla de espectáculo.

 


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