Los catalanes, quiera o no quiera Laurita, tienen Rey
Duro trabajo el de Rey. Ignoro si lo es en Holanda o en Suecia; sé que tiene su guasa serlo en Bélgica; parece agradable serlo en Dinamarca; y soporta un notable peso institucional si lo eres en Gran Bretaña, que supone ser Jefe de Estado también de Australia y Canadá -aunque hay que reconocer que son países que dan poca guerra- y debes recibir a Donald Trump como si fuera un primo cercano. Pero ser Rey de España conlleva algo más: recibir y escuchar a una colección de idiotas de importante peso específico dispuestos a darte lecciones de oportunidad democrática, poner buena cara y soportar que salgan de la reunión diciendo bobadas de diverso grado haciéndose los importantes. Afortunadamente, el Rey recibe gente normal, habla con gente normal y escucha lo que tiene que decir mucha gente normal, sea política o no. Pero tras cada elección, le toca abrir la puerta de su despacho a algún que otro mindundi en busca de su minuto de gloria y escuchar las supuestas frases imaginativas que reivindican las diversas ensoñaciones que han hecho fortuna en algunos idearios fantasiosos.
Ayer, Felipe VI recibió a una manifiesta indocumentada que presumió de ser portavoz y exégeta de todos los catalanes vivos, de nombre Laura Borràs, representante suplente de Junts Per Catalunya. Dice Laura que le dijo al Rey que los catalanes no tienen Rey, cosa que supongo le ha supuesto preguntarle uno a uno a todos los censados en la comunidad. Aunque vaya usted a saber si le dijo eso: salir del despacho del Rey asegurando que se le ha afeado tal conducta o que se le ha reñido por tal discurso es muy fácil; decírselo cara a cara ya no lo es tanto. Pero imaginemos que Laurita así lo hizo, asumiendo en su voz la opinión de todos los catalanes, lo cual es muy habitual entre la hez nacionalista: la respuesta que pudo darle el Rey es muy parecida a la que un mosso dio a un manifestante en Barcelona meses atrás: la República no existe, idiota. Los catalanes, quiera o no quiera Laurita, tienen Rey, como tienen Constitución, como tienen Seguridad Social o Servicio de Correos, como tienen Liga de Fútbol o AVE en las cuatro provincias. Lo que no tienen es presidente de la Generalitat, cargo ocupado por una ameba política que a lo largo de un año ha demostrado con creces su incompetencia e inoperancia. Más deberían la Lauritas de turno de preocuparse por la gobernación de las cosas: Cataluña es una región sin administración efectiva y con una especie de semidiós tontuno en permanente fuga al que elementos como la susodicha rinden veneración.
¡Si pudiera hablar el Rey! Sería del todo interesante que Felipe VI pudiera emitir su versión de los hechos y los dichos, desmentir a los fanfarrones y puntualizar a los torticeros: sabríamos cuánto presuntuoso se pavonea inmerecidamente en las ruedas de prensa posteriores a las audiencias con el Jefe del Estado. Laura Borràs, para su desgracia -o para una fortuna que no querrá reconocer- tiene el mismo Rey que yo, y tiene un Estado organizado como una Monarquía parlamentaria, mucho más democrática que un montón de repúblicas en el mundo, tal como afirmó brillantemente Alfonso Guerra en COPE con Cristina López Schlichting. El Rey es la garantía de moderación y equilibrio de un Estado en el que se contempla la posibilidad de que una soplagaitas pretenda hacerse la heroína ante la máxima autoridad constitucional, que al no poder entrar en debate político, no puede contestar a la sarta de consignas amarillas que va soltando en cada exhalación. Este Rey significa la garantía de que, incluso, golpistas contra la legalidad y quienes les secundan puedan ser recibidos en audiencia como si fueran personas decentes.