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31 de julio de 2020 | ||
Moción a favor de Sánchez |
Entiendo que las estrategias de partido son las que son, pero a esta no le veo ningún beneficio más que comprometer al PP Que sí, que sí, que ya lo sé, que Vox tiene todo el derecho a presentar una moción de censura para sustituir a Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno. Que yo ya sé que cualquiera resultaría mejor gestor que este cuentista patológico. Que tiene los diputados necesarios y está en plazo exacto y todo ese tejemaneje imprescindible también lo sé. Pero sé más cosas y no estaría de más que también las supiesen los votantes de la formación de Abascal. Primera: que esta moción, en realidad, no va contra Sánchez, sino contra Casado. La formación derechista sabe que sobre el ámbito político en el que se mueven ellos, el PP y hasta puede que lo que quede de Ciudadanos, revolotea una pregunta que se hacen muchos votantes de esas formaciones: ¿tiene utilidad votar a Vox? Indudablemente, para los más cafeteros de la derecha creará una suerte de desorientación que el PP no vote afirmativamente la defenestración de Sánchez, y en ese convencimiento está la esperanza de Vox de comerle terreno a los populares en momentos en los que las encuestas no les son favorables. Un poco de veneno en el electorado popular siempre les será útil. Segunda: la moción es meramente retórica, instrumental. Por supuesto no saldrá adelante y lo único que permitirá es una innegable visibilidad del líder de la formación que la interpone pero, a su vez, una indudable realimentación al objeto de su invectiva. Tercera: Nunca se ha visto en otra así Pedro Sánchez. No me lo digan que ya lo sé: el tipo que lleva mintiendo desde que obtuvo su acta de concejal se merece un pequeño episodio parlamentario en el que se enfrente a sus embustes. De acuerdo. El último de sus engaños: no existía el famoso Comité de Expertos, era una maniobra de despiste, todo se resumía en Fernando Simón y sus secretarios. Pero aún así y con la bochornosa panoplia de los aplausos aborregados de sus ministros y parlamentarios, Sánchez podrá desarrollar su mejor papel: el de víctima. Qué más quiere un presidente «progresista» que ser objeto de la inquina de lo que él insiste en llamar «La Ultraderecha». Le regalan el papel de hombre centrado que resulta objeto de las iras de los envalentonados enemigos de la concordia y la convivencia. No se ha visto en otra. Cuarta: el momento de presentar la moción se verá adornado con el otoño más pavoroso que se recuerda. Los independentistas catalanes echarán espuma por la boca por la vuelta a prisión de sus héroes delincuentes, pero eso no será óbice para que desdeñen la pretensión de Vox. El paro alcanzará cifras delirantes y el rebrote de la Covid, por más que no preocupe ahora al surfista Simón, complicará mucho el desarrollo natural de las cosas. La inestabilidad se presume cósmica. Vox tendrá que aguantar que le reprochen que dedique sus energías a malgastar munición de fogueo: porque eso será la moción, no fuego de artillería, sino fuego de artificio. Y Quinta: recuerden lo que dijimos de la moción de censura que presentó el cantamañanas de Pablo Iglesias contra el gobierno de Rajoy. Le sirvió para recibir algún que otro tarascazo, pero no le hizo más líder ni le reportó votos del partido socialista, que es lo que esperaba. No le supuso un espaldarazo en ningún tipo de encuestas, ni siquiera en las del pastelero Tezanos. Entiendo que las estrategias de partido son las que son, y que revertir momentos delicados requieren decisiones arriesgadas, pero a esta no le veo ningún beneficio más que comprometer al PP y complacer al indeseable inquilino de La Moncloa. Recuerdo como si fuera ahora la reacción de Felipe González cuando supo de la moción que le presentaba Hernández Mancha: «Lo he incluido en el capítulo de “varios”». Y como tal quedó.
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