Si Sánchez pudo gobernar con 84 diputados, ¡cuánto destrozo no podrá hacer con 123!
EL mismo Sánchez que clamaba por incorporar a Vox a los debates televisivos es el candidato electo que niega el derecho a ese partido a ser consultado en las charlas de café en Moncloa previstas para esta semana. Cordón sanitario, esa asumida tradición de la política de la izquierda española. Vox no ha matado a nadie ni ha cometido ilegalidades, pero es el apestado de la película y no va a ser invitado a las fiestas. Tampoco a la de la derecha, el PP, que ya pone cara de asco cuando pronuncia su nombre. Sin embargo, Sánchez se ha pasado estos meses cortejando a Otegui con «insistentes llamadas» y negociando con Junqueras y Torra para aprobar sus festivales de gasto semanal, cuando uno es cómplice de los asesinos que han machacado a la sociedad española durante cincuenta años y los otros son los que, abiertamente, quieren acabar con España tal y como la conocemos. Tal y como la conocemos y tal y como sea: quieren acabar con España de raíz.
En esas reuniones no es descartable que Sánchez les plantee a Rivera y Casado que, de una forma u otra, le apoyen, que le liberen de estar atado a Podemos y a Pablo Iglesias. Y tampoco lo es que los dos exhiban la enhiesta extensión del dedo anular derecho hacia arriba. Si los españoles han votado a la izquierda, lo mas sensato es que les gobierne la izquierda, y que no se aplique una suerte de acomodo o correctivo social en prevención de posibles daños estructurales. Lo que querían los votantes, Ley D´Hont mediante, es que las recetas económicas y sociales del binomio Sánchez-Iglesias, con sus eutanasias, sus plurinacionalidades, sus impuestos disparados, sus indultos, sus aumentos de gasto, sean una realidad. No veo por qué si se ofrece ello en campaña y se vota en consecuencia, después, se quiera disolverlo todo pidiéndole al centro-derecha que modere al gobierno exigiéndole prudencia a cambio de apoyo.
En cierta manera, creo que tiene razón Iglesias: yo he venido contigo hasta aquí, yo apoyé tu moción de censura, yo firmé documentos de emprendimiento político contigo, yo pacté contigo la subida de Salario Mínimo, yo he sangrado algunos diputados a favor tuyo... ahora no me puedes dejar tirado en la cuneta y entenderte con otros. Yo no puedo quedar como el grupo subsidiario que te sugiera el nombre de un catedrático para llevar un ministerio menor. Yo tengo que formar gobierno contigo, si no quieres que sea vicepresidente me parece bien, pero un par de ministerios de los de gastar me los debes dar a mí. El planteamiento es justo, la verdad sea dicha. Si Podemos se queda ahí al lado, poco a poco Sánchez irá vampirizándolos y por ello se resisten. Pero Iglesias sabe que Sánchez puede buscarse la vida en función de determinados acuerdos puntuales: si pudo gobernar con 84 diputados ¡cuánto destrozo no podrá hacer con 123! Necesitan la visibilidad que da un departamento inversor o singularmente gastoso, declaraciones, polémicas con la derechona excitada por consabidas provocaciones, reparto a los nuestros y, poco a poco, la proa puesta hacia los objetivos que se cree son comunes (en el caso de que Sánchez tenga objetivos claros y no meramente oportunistas): crear un banco público, una renta universal que pagarán los ricos, intervenir empresas, controlar medios de comunicación, rediseñar España con naciones autodeclaradas, ir salpicando referéndum acerca de la permanencia en el Estado, emascular la sociedad, prohibir los toros y la educación concertada y, por fin, ver qué hacemos con la Monarquía. Total, nada. Reformas que nos llevarán hacia le felicidad. Y que, guste más o menos, ha votado la mayoría D´Hont. A la que no veo por qué razón hay que volverle la espalda. Tenemos derecho a disfrutar de lo votado.