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20 de octubre de 2006

El áspero mordisco del pomelo


Mentar a los muertos de nadie es un mal asunto. Pagazaurtundúa, mientras no se demuestre lo contrario, es un muerto de todos que militaba en el Partido Socialista y que fue asesinado por estar donde estaba y pensar como pensaba. Cuando cayó abatido por los disparos de un asesino de la ETA -sostiene el senador del PP Pío García-Escudero-, el entonces opositor Rodríguez Zapatero consentía contactos entre su partido y las diversas ramas de la organización terrorista, legales o no, con vistas a sondear a la organización para vaya usted a saber qué. Paralelamente, se firmaba el Pacto Antiterrorista y se daba forma a la Ley de Partidos.

Si unimos todos los hechos en una sola coctelera, efectivamente el combinado resulta tan repugnante que puede invitar a la náusea, pero resulta exagerado atribuirle a la cúpula socialista tan descarnada frialdad como para no importarle sacrificar a uno de los suyos con tal de obtener imprecisos resultados futuros. Sobre todo porque Pagaza no era sólo de ellos, la familia socialista, sino que era de todos los demócratas. Indudablemente, un exceso, pero no el único: un día antes, el flamante ariete de la causa judicial socialista, el fiscal justiciero Cándido Conde-Pumpido, acusaba a los populares de desear textualmente la muerte de nuevos objetivos etarras al ansiar secretamente que el terrorismo vuelva a actuar. Lo segundo no le pareció a los miembros del gobierno y de su secretaría de Estado de comunicación una demasía, mientras que lo primero fue interpretado retorcidamente: García-Escudero no estuvo afortunado, creo yo, pero en ningún momento dijo que Rodríguez había permitido la muerte de Pagaza, como afirman indignados desde el gobierno de Alicia en el País de las Maravillas (imprescindible leer a Gustavo Bueno en su último libro, de tentador título «Zapatero y el Pensamiento Alicia», en Temas de Hoy). Demasiado áspero todo, demasiado mordisco de pomelo en crudo. Habría que pedir tiempo muerto, como acertadamente sugirió ayer el magnífico periodista David del Cura, y enfriar el balón. Entretanto, las nueces las recogen quienes, sin haber hecho más gesto que el de dejar de asesinar Pagazas, se van a beneficiar del chantaje continuado: una organización que ha matado cerca de cuarenta años va a conseguir parte de lo exigido simplemente dejando de matar y jugando con la sola amenaza de volver a hacerlo. Esas energías surgidas de la irritación podrían vertirse sobre el fiscal Cándido -que no el cándido fiscal- y exigirle que a un criminal de la talla del tal Iñaki Bilbao no le salgan gratis sus amenazas a unos jueces que nos representan a todos. Eso sí que sería darle amparo al Poder Judicial y no la chuminada de Garzón.

Esas mismas energías hay que derrocharlas en explicar a los ciudadanos, a los millones de Pagazas vivos, por qué un asesino múltiple como De Juana Chaos puede verse beneficiado por una súbita caída del caballo del fiscal que le hace pasar de pedir 96 años a pedir tan sólo 6 por un delito continuado de amenazas. ¿Se le fue la mano en la primera?, ¿ha descubierto que se le habían acabado las pilas de la calculadora y que la operación matemática era inexacta? Pedir que maten a alguien no es un delito de opinión, es apología del terrorismo. Manifestar alegría por la muerte a tiros de un concejal no es un delito de opinión, es otra forma de terrorismo. Malo fue si lo que quiso el gobierno fue acallar una marea imparable de desaliento y enfado ciudadano cargando la mano de petición de condena, pero peor es aliviar y descargar las penas a cuenta de una conveniencia política nacida de una dieta hipocalórica.

Eso, mal que le pese a Fernando Moraleda -que si quería conocer la opinión de las últimas chanzas parlamentarias, aquí tiene la mía- es aún peor que utilizar la muerte a destiempo y sin fortuna.


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