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27 de mayo de 2011

El desplome y la cirugía


Hasta los más partidarios dentro de la grey socialista creen que una sacudidava a ser inevitable

UNA derrota crea siempre desorientación, aunque sea una derrota presumida anteriormente. Una derrota desata inevitables enfrentamientos entre los afectados, entre los sacrificados y entre los que tienen poca afición por la autocrítica. Una derrota precipita nuevos desplomes, búsqueda de chivos expiatorios, intento de localizar algún consuelo entre el áspero territorio en el que te instala. Una derrota en toda regla es una jodienda, si me permiten la vulgaridad, y hoy, el PSOE, es el paradigma de la derrota, y las miradas de quienes han sido víctimas se dirigen furiosas al gobierno que sustentan los hombres y mujeres que se dicen de izquierdas y que se han quedado al raso. Y el gobierno de España, agobiado, apremiado ante reformas inevitables, está tan debilitado como la correa de transmisión que le llega de su partido. Lo que le ocurra al PSOE es problema esencialmente del PSOE, pero lo que le afecta al gobierno nos concierne a todos, y si éste tiene que estar pensando en su partido y sus cuitas cara al futuro no toma decisiones pensando en gobernar. El panorama desolador que dibuja la OCDE acerca del paro en España —no se recuperarán las cifras de empleo del 2007 hasta bien entrado el año 2026, dentro de quince, con lo que a esta generación perdida de jóvenes habrá que sumar alguna más— exige que los gobiernos sean fuertes, mejores o peores, pero no débiles, y, además, que sepan lo que hacen.

El escenario inmediato enfrentaba la reunión que habían de mantener hoy mismo ZP y sus barones. Unos querían un Congreso y otros, especialmente Rodríguez Zapatero, unas elecciones primarias. La diferencia no era baladí: un congreso elige un secretario general y éste nombra su equipo de confianza, amén de redefinir ideológicamente el rumbo del partido, lo que conlleva el final del Gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas. Las primarias no: en ellas se elige simplemente un candidato que tendrá que convivir con un superior orgánico y con las listas que éste confeccione. Círculos y fuentes generalmente bien informados señalan que lo que esta mañana iban a pactar era lo que ya ha ocurrido: llegar al Comité Federal del sábado con la solución acordada por todos. Podría resultar práctico y salomónico anunciar unas primarias, sí, pero con candidato único. Evidentemente, Rubalcaba, aunque algunos se malicien que no es el favorito de Rodríguez Zapatero. Con ello se deben haber calmado aquellos que le siguen la estela al todopoderoso vicepresidente y éste no tendrá que medirse con Carmen Chacón, lo cual consideraba un descrédito. A cambio, ZP ha parado el golpe que quiere cobrarse a su persona y quiere hacerlo ya.

Con tal panorama de desconcierto, hasta los más partidarios dentro de la grey socialista creen que una sacudida va a ser inevitable. Muchos estaban horrorizados ante la posibilidad de que ZP controlara la renovación con Chacón de candidata. Hogaño, la hoja de ruta que diseñó cuando anunció su retirada ya no sirve, se lo han demostrado los resultados. Ahora hay que recargar la ideología, los métodos, los usos, las praxis y, a ser posible, los rostros.

Intentarán disimular en público todo el desconcierto que les adorna, pero todos sabemos que aspiran a un tratamiento quirúrgico del enfermo. Tamaña derrota exige, inevitablemente, una amputación. Y todos miran la misma pierna.


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