Todos los anuncios de recuperación, brotes verdes, síntomas de esperanza y demás zarandajas son una pura filfa
Trichet no piensa en ZP ni en los parados españoles cuando toma decisiones. Trichet es el capo del Banco Central Europeo y decide cuánto vale el dinero. Y acaba de decidir que hay que subir el precio porque hay países que crecen y su economía puede recalentarse en exceso. Trichet no piensa sólo en los parados españoles; piensa, especialmente, en los ocupados alemanes que consumen acorde a sus ingresos y que suben el precio de las cosas. Si hay más demanda, las cosas se encarecen.
¿Qué significa eso?: pregúnteselo a su bancario. Un país hipotecado como el español, endeudado hasta la coronilla, va a pagar más por sus créditos personales o hipotecarios. Si usted debe soltar cada mes ochocientos euros, puede que deba añadir treinta o cuarenta más a la factura, lo que añadido a la subida del IVA, a la subida de la factura energética, a la subida de los alimentos, a la puñetera gasolina y al hijo parado que tiene en casa, hace que el mes sea insoportable. Y encima le dicen que usted no consume; ¿pero cómo va a comprarse cualquier cosa más que lo esencial con el desglose de las cuentas que acabamos de hacer? Qué decir, además, si es funcionario y le han rebajado el sueldo, o si se lo han congelado como pensionista o si se lo ha ajustado voluntariamente con su empresa con tal de no perder el empleo. La economía española, tan castiza y tan cañí, es dependiente hasta la nausea del consumo interno. Exportamos menos que otros vecinos y dependemos mucho de lo que nosotros mismos gastamos en nuestras cosas y de lo que los turistas que nos visitan gastan cuando vienen de paseo a esta admirable y hermosa España de las cosas. Vender, lo que se dice vender, vendemos, pero infinitamente menos que países que viven de la competitividad de sus empresas: franceses, italianos y alemanes llenan el mundo de estupendos artilugios industriales y manufacturados, con lo que sus economías crecen a pesar de la que está cayendo. Nosotros no; nosotros tenemos más problemas porque lo que hemos vendido durante muchos años, principalmente, ha sido sol y moscas. Magníficos, por otra parte, pero de poca confección competitiva. El sector exportador está aliviando un tanto las cuentas de nuestro maltrecho PIB y a él hemos de agradecerle no estar metidos en el hoyo cabeza abajo; pero en el hoyo estamos, qué decir, aunque aún podamos respirar sacando de vez en cuando la cabeza del fango.
Con ese panorama tiene que lidiar Zapatero en su tiempo de prórroga más allá de las inclemencias políticas que le sucedan a su partido. La economía no va a crecer en cifras relevantes y no se va a crear más empleo que el meramente estacional, o sea, el de los camareros de este verano, con lo que el consumo no se va a excitar y la recaudación va a ser menor, lo cual, sumado a la mayor cantidad de subsidio de desempleo que habrá que desembolsar, pone a las cuentas públicas al borde del hipo.
¿Dónde quiere usted ir a parar, Herrera? A que todos los anuncios de recuperación, brotes verdes, síntomas de esperanza y demás zarandajas son una pura filfa. Y a que la esperanza política que puedan tener los socialistas en el relevo del lince de León —o de Valladolid, me da igual— se queda en nada. Y a que, o las reformas pendientes del mercado de trabajo, el ajuste de las cuentas públicas y la reoxigenación financiera son profundas y políticamente insalubres, o acabaremos todos hablando portugués, que es una forma fina de decir que nos acabaremos comiendo las gomillas con las que atábamos el dinero que nos prestaban los bancos y con el que vivíamos por encima de nuestras posibilidades.