Bien, bien, bien, lo que se dice bien, todavía no he escuchado a nadie hablar del Forum barcelonés, empezando por los propios catalanes. Uno, la verdad, no quiere manifestarse sin haberlo visto, ya que sería injusto dejarse llevar por una generalizada corriente de desencanto y descalificar el aspecto global del mismo, por más que alguno de sus detalles concretos sean fácilmente calificables. Cuando me deje caer por lo que antes eran terrenos desabridos y feos tomaré buena nota de lo mucho o lo poco que me aburro, pero antes no, aunque sólo sea por solidaridad con la ciudad que me vio crecer y a la que empecé a amar desde el minuto uno. BCN crece a golpe de evento, es cierto, pero no crece del todo mal: sobran estridencias de los Bohigas y demás cementeros, pero, en líneas generales, le dobla la mano poco a poco a la mediocridad que dejaron dibujada los Porciones pasados.
Lo que pasa es que también hay mucho tío guasa con la escopeta cargada esperando que pase el pato para vaciar el cargador: la que se ha organizado con lo de los bocadillos del Fórum es una muestra: bien está que se llame la atención sobre lo que es una práctica dudosamente legítima, pero parece una exageración que de ello se haga bandera del fracaso.
Eso de quitar los bocatas a los que van a pasar el día --a los cuales tampoco les dejaban salir a comer fuera, so pena de volver a pagar la entrada-- es costumbre de no pocos recintos de este tipo. Es una demasía, está claro, pero pasaba igual en la Expo de Sevilla --una cosa que también muchos criticaron pero que salió estupendamente--, en la que el guardia de la puerta te miraba hasta en las caries por si encontraba restos de comida. Hubieron de rectificar ya que una familia de cuatro criaturas tenía que gastarse una pasta indecente en cualquiera de los acudideros, nada baratos, del interior.
Aquí viene a ser lo mismo. En cualquier caso, han rectificado y eso está bien. En cuanto a la finalidad y el espíritu del Forum no pocas bromas se están escribiendo en medio país: suena demasiado a “buenísmo” de manual --Ramón de España debería teorizar, si no lo ha hecho ya, sobre el particular-- todo eso de la diversidad, el encuentro, el diálogo de culturas y bla bla bla. Si hemos de creérnoslo en aras del éxito de la empresa y de guardar una apariencia esencialmente barcelonesa según el diseño del barcelonés políticamente correcto confeccionado por sus munícipes, pues nos lo creemos y ya está, pero tanta extravasación de “talante” acaba por empachar.
El Fórum es una excusa no simple para la recuperación, reordenación y urbanización de una zona concreta de la ciudad que siempre fue víctima de la miopía estratégica de la BCN política: a ningún colectivo ciudadano de ninguna parte del mundo equiparable al nuestro se le ocurriría desaprovechar la franja marítima de una localidad; en la Ciudad Condal, en cambio, se prescindió desde sus orígenes de esa parte del perímetro y hubo de llegar este tiempo nuestro para se dejara de urbanizar del Tibidabo hacia atrás. Si a cambio de ganar esa zona --como se ganó Pueblo Nuevo con el 92--, hay que aguantar a Pérez Esquivel o a Rigoberta Menchú, pues se aguanta, qué le vamos a hacer. Pasados seis meses, todos estos pelmas se irán y quedará un perfil inédito en los parajes aquellos a los que no íbamos ni por casualidad.
Y una última cosa: los escolares barceloneses han visitado el Fórum e, imbuidos en la corriente de pensamiento que lo alumbra, han concluido que los tres elementos perturbables de BCN son el Museo Militar, las Plazas de Toros y el Monumento a Colón. Adivinen por qué esa idiotez.
