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25 de noviembre de 2011

Recortes de aquí y allá


SIGO sin acabar de entender la razón por la cual los «recortes» en Cataluña son apreciados por los votantes como un mérito digno de merecer el voto y, en cambio, son considerados una traición intolerable si es Rodríguez Zapatero quien los hace. En mayo del pasado año, a ZP le sobrevino una convulsión de realidad motivada por agentes endógenos y exógenos: alguien le ayudó a abrir los ojos desde dentro y un puñado de líderes extranjeros remataron la faena advirtiéndole del peligro de una intervención. Por lo que fuera, el presidente se arrancó desde tablas y autorizó los planes diseñados por el equipo de Elena Salgado: recortes de sueldos, frenazo en inversiones y congelación de pensiones. Nada distinto de lo realizado en lugares acosados por convulsiones financieras varias. Es cierto que los «recortes» pueden llegar a ser bien vistos… hasta que te afectan a ti, pero lo que este buen hombre impulsó produjo un innegable movimiento de malestar e incomprensión que hizo que se volviera en su contra una significativa porción de la opinión pública, posiblemente la misma que le ha hecho perder las elecciones a su partido, el cual ha descontado cerca de cinco millones de votos. Los errores que anteriormente hubiera cometido no parecen haber influido tanto como la decisión responsable e inevitable de apagar las luces de la discoteca en pleno baile; no es significativo el castigo por su política de memorias o de laboratorio social, por su empeño de elevar a inmaduros a la categoría de ministros o por su obstinación en relativizar el peso del Estado en fragmentos complacientes para socios imprescindibles; lo es, en cambio, haber evidenciado su despertar en plena tormenta y haber dispuesto una pelea seria contra el irresponsable déficit que asolaba las cuentas españolas. Ese día comenzó una debacle imparable: salvó a su país de una intervención externa pero se granjeó el desprecio político de unos y otros, los que ya le despreciaban de antiguo y los que le empezaron a clavar alfileres en sus fotografías. Todo comprensible, si queremos, pero de extraño contraste con medidas semejantes —o aún más severas— tomadas por gobiernos autónomos como el catalán. Los chicos y chicas de Mas se encontraron —resulta innegable— con la ruina dejada por el Tripartito y hubieron de poner en marcha el cortacésped sin reparar en margaritas o amapolas: sanidad, carreteras, tasas y lo que hiciera falta. La agitación fue mucha y los socialistas catalanes, por ejemplo, llegaron a rodar un anuncio en el que una persona supuestamente moría por culpa de los recortes de los convergentes; hubo no pocas movilizaciones y la opinión publicada recogió —cosa rara en el oasis subvencionado— magras críticas al gobierno de la Generalitat. Bueno, pues llegan los votos y CiU obtiene un incremento significativo en su representación en el Parlamento Nacional en detrimento de un PSC al que se le acabó su papel de surtidor de votos para el PSOE, llevándose por delante su eterno aire invencible en elecciones generales y laminando seriamente —aunque no eliminando— las aspiraciones políticas de su chica favorita, una joven de Cornellá llamada Carmen.


El contraste entre un comportamiento y otro tiene, a buen seguro, argumentos suficientes que lo expliquen. Nadie ha sabido, en cambio, explicar desde el PSOE el mérito de la autoinmolación del presidente saliente o la responsabilidad demostrada por las difíciles medidas abordadas, incompletas para unos, exageradas para otros. Antes al contrario, se le ha tapado con una manta y se le ha sacado por la puerta de atrás, cosa que posiblemente merezca, pero que sorprende que se lo hagan sus propios compañeros de taller. Los últimos días de su trabajo están resultando un ejemplo de colaboración con quien ha ganado las elecciones y de ello es probable que salgamos beneficiados todos. Esperemos que tenga un buen pasar y que encuentre respuesta a tanto interrogante.

 


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Comentarios 1

25/11/2011 13:27:41 Gloria
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