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12 de octubre de 2012

La España irreversible


 

No todo el resto del mundo se levanta cada mañana empeñado en destrozar Cataluña

 

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El ministro de Educación aspira a que “se sientan tan orgullosos de ser españoles como catalanes”.
“En Cataluña se forma, no se adoctrina”, le dice el PSOE.


ESPAÑOLIZAR España es una suerte de insistencia. Tal como aseveró quien ahora no recuerdo, es como cuando el heredero de la corona inglesa, Carlos de Windsor, se viste con un traje Príncipe de Gales: va vestido de redundancia. Redunda quien quiere españolizar una parte de España, pero redunda correctamente. No sé si estratégicamente efectiva, pero la pretensión parece adecuada a un tiempo en el que se desmonta la cohesión mediante el hábil procedimiento de los hechos consumados. Una comunidad autónoma da por hecho que su vida es otra, que el vecino es tóxico, que su destino se ve lastrado por la hermandad con pueblos secantes y, por lo tanto, obra en consecuencia. Alerta a su población día tras día a través de sus medios públicos -con el concurso eléctrico y entusiasta de los subvencionados, que son el resto- y confecciona pacientemente una red educativa en la que se instruye a las nuevas generaciones sobre la pertenencia a un pueblo único, diferenciado, separado y suficiente en el que toda ligazón es meramente circunstancial y debida, mayormente, al uso de la fuerza política. Cuando eso se produce, el Estado Albergador puede hacer dos cosas: ignorar la realidad, como hasta ahora, o intentar solventarla mediante la fuerza de las normativas. Lo primero instala una suerte de comodidad temporal y lo segundo garantiza otra tal de levantisca contestación.

 

Difícil entuerto. Al ministro Wert le ha sobrado naturalidad en la exposición del titular con el que ha encabezado su pretensión y le ha faltado picardía posmoderna en su explicación posterior. Pero eso no quiere decir que esté equivocado. Su prédica carece del cinismo mediterráneo tan dado en España y, por el contrario, tiene sobrepeso de sinceridad meridional. La educación en algunas comunidades autónomas, Cataluña de forma sensible, está necesitada de un nuevo sistema de balanza y pesajes, de una forma de equilibrio mediante la cual no se deje de estudiar la peculiaridad pero se incorpore una suerte de integración cultural y afectiva en la idea de España que resulte compatible y cohabitable. No es recomendable estudiar la historia mediante el egocentrismo de la interpretación victimista o mediante las inevitables fuerzas centrípetas de las teorías ombliguistas. La guerra de Vietnam no puede estudiarse como una guerra contra Cataluña, por ejemplo. No se estudia así, evidentemente, pero resulta una caricatura creíble. No todo el resto del mundo, esencialmente el resto de España, se levanta cada mañana empeñado en destrozar Cataluña y a cada uno de los catalanes. No sólo puede explicarse el mundo en clave exclusivamente catalana. Ni andaluza, ni balear, ni valenciana. Ni española, por supuesto. Pero sí parece razonable que se establezca un marco productivo en el que no resulte incompatible acompasar claves e interpretaciones catalanas con otra españolas en general. Eso ha sugerido de forma recia el ministro de Cultura y por ello ha sido calificado de franquista, retrógrado y perverso preconstitucional, lo cual es una desmesura en el caso concreto de un tipo como Wert, acopio, a buen seguro, de un saco de defectos, pero no exactamente los referidos.

 

Si esto mismo señalado con tacto grueso por el ministro se hubiese ejercido años atrás mediante la observancia política, no hubiésemos llegado a los extremos absurdos que hemos alcanzado. Hoy en día, señalar que la enseñanza en las escuelas de algunas partes de España es una suerte de desatino es condenarse al penoso sendero de un gólgota público. Cualquier imbécil te puede acusar de franquista o de algo parecido. La Formación del Espíritu Nacional sigue viva en no pocas estructuras pedagógicas de esta España condenada a ser negada hasta por sus propios partidarios.

 

Un huevo puede convertirse en un huevo frito. Pero es muy difícil convertir un huevo frito en el huevo original. Es la tragedia a la que se llega por la dejadez de la política española. La España irreversible.

 


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Wert anuncia que intentará "españolizar" a los alumnos catalanes.(www.eldia.es)

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