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19 de abril de 2013

El rencor bancario


A destacados miembros de la izquierda española sólo les falta ya promover la insumisión 

AMPLIARUNA nueva ley hipotecaria no será justa si no resuelve en su prefacio que la Banca es un ente criminal y taimado y que el objetivo de la misma no es otro que derribarla con estrépito. El estigma que pesa sobre la institución hace que nada que provenga de ella sea considerado o aceptado en una primera toma. Sí, en cambio, se considera digno de debate cualquier ditirambo que suelte por su boca el primer cretino que cruce la calle. La Banca ha obrado de forma poco responsable, con alguna práctica cercana a la usura, comercialización de productos deficientes, mal asesoramiento financiero a los clientes y concesión de créditos a personas con perfil inadecuado, cierto, pero nos guste o no es el agente que canaliza el ahorro a inversiones productivas y al consumo y su papel resulta estratégico e imprescindible en todas las transacciones posibles. Todo lo anterior no es poco, pero sin la Banca no podríamos hacer más de la mitad de las cosas que llevamos a cabo cada día de nuestra vida.

Que una consejera autonómica andaluza conocida por su radicalismo y endeblez intelectual proponga una «quita» a todas las hipotecas en España que hayan sido contratadas siendo una «estafa» brinda la idea del nivel del debate -se supone que sería ella quien decidiese a quién se le estafó y a quién no-. Y que en el Congreso se sostenga la solución de la Dación en Pago por aquellos que se han estado negando a la misma de forma reiterada cuando eran Gobierno también nos ilustra acerca de la tendencia a perder la coherencia con tal de no perder votos. De contemplarse la dación en su extremo más rotundo parece evidente que aumentaría el interés a pagar por los préstamos hipotecarios, éstos se restringirían notablemente y el total del crédito apenas alcanzaría el 50% del valor del inmueble. Sólo compraría aquél que tuviese dinero debidamente almacenado. Pero estos detalles menores no parecen seducir argumentalmente a un Partido Socialista que se está convirtiendo en un artista a la hora de decir tonterías, como si quisiera, sorprendentemente, jugar al antisistema y parecerse a una Izquierda Unida de la que nunca se sabe si está dentro o fuera. A las precipitadas y confiscatorias propuestas fiscales -consistentes, básicamente, en subida de impuestos- que sólo conseguirían penalizar aún más el consumo, se le suma la postura populista acerca de las hipotecas impagadas. Es evidente que desde el poder público se debe impulsar una protección razonable a las personas desahuciadas a las cuales hay que ofrecerles una suerte de segunda oportunidad e impedir la desmesura de unos intereses de demora cercanos a la usura, pero parece de sentido común no estropear el mercado financiero más de lo que está con propuestas simples y populistas. A destacados miembros de la izquierda española sólo les falta ya promover la insumisión; la demagogia rampante con la que se aborda este delicado asunto hace que el mero uso de las palabras quede devaluado y que se llame de todo a cualquier cosa. Por hablar, se ha hablado hasta de genocidio.

Lamentablemente y sin que ninguna autoridad pusiese coto en su día, la burbuja se creó al convertir un bien de primera necesidad en una inversión especulativa. La crisis económica motivada, entre otras cosas, por la expansión irresponsable del crédito hizo el resto y hoy pagamos aquel tiempo de excesos. Las soluciones razonables deben articularse desde debates serenos y ajenos al incendio permanente en el que algunos quieren convertir la calle de España. Los gritos irritados y los gestos procaces no son el medio más sensato sobre el que construir una plataforma de soluciones equilibradas y justas que no promuevan, entre otras cosas, la discriminación de aquellos que sí pueden cumplir con sus obligaciones hipotecarias. Y que son la mayoría, por cierto. Abandonar ese cierto rencor bancario debería ser el primer paso.

 


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