El etarra está en la calle gracias a la irresponsabilidad insultante de tres jueces de mano fácil
AY estos jueces. El Trío Prodigioso que forman Ramón Sáez Valcárcel, Manuela Fernández Prado y Javier Martínez Lázaro, con abultado historial de decisiones a lo Bolinaga entiéndase poner en libertad, ante cualquier duda, a asesinos convictos es el causante de este nuevo pasaje bochornoso de la Justicia española. Alberto Plazaola fue puesto en libertad junto a Santi Potros mediante una decisión deliberadamente exprés de la Sección Primera de la Audiencia Nacional formada por estos tres fenómenos. A sabiendas de que la maquinaria legal se estaba desarrollando para impedir la aplicación de un acuerdo europeo según el cual se podía descontar de la condena a efectos de acumulación el tiempo pasado en prisión en otro país, aunque fuera por causas penales distintas, el trío de oro desdijo la habitual lentitud de la justicia para sacar como fuera de la cárcel a estos dos históricos asesinos. Y salieron. Como parecía de cajón, prosperaron recursos y el Supremo ordenó de nuevo su ingreso en su sitio natural, entre barrotes. Pero cuando el Alto Tribunal tomó la decisión, un infernal y accidentado procedimiento administrativo impidió ejecutar la orden de forma inmediata, con lo que el tal Plazaola dispuso de cinco horas para organizar su desaparición de la escena. Cinco horas de retraso entre decisión y ejecución son suficientes, siempre que medie un soplo, para que cualquiera se volatilice. No es la primera vez que eso ocurre.
Decisiones vergonzosas unidas a errores de procedimiento generan consecuencias tan sumamente lamentables e injustas. Troitiño, un carnicero responsables de decenas de muertes, anda tan campante en Londres merced a un error inadmisible de los tribunales. Josu Ternera, capo absoluto de ETA, desapareció mientras el Supremo dirimía su citación después de que fuera considerado responsable de numerosos atentados. Ternera era parlamentario y quiero recordar que miembro de la comisión de «Derechos Humanos» del Parlamento vasco gracias al apoyo del PNV y debía procederse contra él a través del Alto Tribunal: al poco de iniciarse el trámite, Ternera desapareció y desaparecido sigue a pesar de que no pocas sospechas le sitúan en territorios conocidos por las autoridades de la lucha antiterrorista. Y De Juana. El bochornoso proceso mediante el cual semejante individuo fue excarcelado con motivo de una falsa huelga de hambre concluyó con su huida a Irlanda y su posterior viaje para ser diluido en licores en la Venezuela de Chávez, Maduro y demás excrecencias. El proceso de extradición está en marcha pero resulta altamente improbable que desemboque en una vuelta a la cárcel de uno de los asesinos más crueles de la banda nacionalista vasca. A estos nombres se unen otros Ángel Alcalde, Jokin Aranalde, etc. que andan lejos del control de la Justicia y que no han pagado con prisión el sufrimiento generado a las víctimas del terrorismo.
La frustración y dolor que causa a dichas víctimas cada error o dejación deliberada o no de los mecanismos judiciales debería ser causa suficiente como para que las investigaciones anunciadas por el presidente del Supremo aclaren todo este bochornoso caso. No es el primero, pero debería ser el último. Plazaola está en la calle, custodiado por los suyos, gracias a la irresponsabilidad insultante de tres jueces de mano fácil, excesivamente complacientes con imputados, procesados o condenados en causas criminales. Y se encuentra huido merced a la filtración irresponsable de no se sabe aún qué eslabón de la cadena. Cuando se sepa, si llega a saberse, tampoco creo que vaya a pasar gran cosa. Entretanto, las víctimas, familiares y la gente decente contienen la rabia acumulada en muchos años de excesivas contemplaciones. Si ha habido que soportar los guiños políticos de no pocos representantes impunes del terrorismo vasco, bien sea sus directos colaboradores o los mediopensionistas «pontoneros» de siempre, ahora hay que añadir a un trío de funestos magistrados vestidos de progresismo complaciente.