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30 de septiembre de 2016 | ||
Roguemos al Señor |
Los días de Sánchez están contados y difícilmente llegarán más allá del fin de semana
Sé lo que supone escribir sobre este asunto: el artículo se te puede quedar viejo en apenas un par de horas. Ahora son las seis de la tarde del jueves y en este momento los que están fuera de Ferraz no pueden entrar y los que están dentro se resisten a salir. Pero en cualquier momento pueden saltar la reja y cambiar radicalmente el panorama. No obstante hay algunas cosas dignas de consideración que merecen ser calificadas en virtud de preceptos generales. La primera de ella es que Sánchez, sea justo o injusto, está muerto: puede que aún no lo sepa y que se resista legítimamente a ser enterrado, pero sus días están contados y difícilmente llegarán más allá del fin de semana. El Comité Federal, tal vez de forma muy ajustada, aupará las tesis de Susana y creará una gestora presidida por el asturiano Fernández. De realizarse la votación, el actual secretario general podrá revolverse, pero tendrá que reconocer la derrota y abandonar las instalaciones si no quiere acabar en un juzgado ordinario. La segunda es que el gobierno Frankenstein que pretendía formar con Podemos y la consabida excrecencia independentista es ya una quimera insostenible. César Luena negaba de forma rotunda pretensión alguna acerca de esa componenda, es decir, aseguraba que sus únicas negociaciones estaban encaminadas a amasar un pacto transversal con Podemos y Ciudadanos, pero en el seno socialista no le creían los susanistas: todos sabían que Rodolfo Ares era el encargado de llegar a acuerdos con el PNV y que Iceta negociaba con CiU y ERC para garantizar una investidura. Esa seguridad ha sido la definitiva para mover a los «golpistas» o «conjurados». Bastó la señal convenida de Felipe González cual si fuera «Grândola, Vila Morena». La tercera cuestión que admite pocas dudas es que las terceras elecciones quedan, como poco, fuera de foco. De producirse el levantamiento de Sánchez mediante la consumación de hechos como los conocidos hasta ahora, es más que probable que Rajoy forme un gobierno de circunstancias y que durante un par de años gobierne en precario. El Partido Socialista podrá recomponerse durante ese tiempo; Susana seguirá en Sevilla, aunque mandando en el partido; Eduardo Madina, tal vez, será portavoz parlamentario, y de aquí a un tiempo ya veremos cómo se plantea el posterior desafío para recuperar poder y prestigio. Habrá que confiar en que la grasa extracorpórea de Podemos vaya disolviéndose y en que llegue el tiempo de la socialdemocracia reinventada. Susana Díaz confesaba a sus íntimos a las pocas horas de la asonada: «Yo no he montado todo esto para ir a unas terceras elecciones». Bastó escucharla ayer tarde en su comparecencia. No descarten rebeliones frente a la rebelión y algún que otro empujón. Pero roguemos, por la cuenta que nos trae, que el PSOE salga bien parado de esta.
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