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15 de enero de 2016 | ||
Elecciones en abril. Se admiten apuestas |
En el Congreso han entrado tal cantidad de frikis que el Tardá de ERC, a su lado, va a parecer un lord inglés de la Cámara Alta TRAS la torrentera propagandística de Podemos el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados, que ha marcado la pauta de lo que será su ejecutoria en la Cámara, la política banal e invertebrada que asuela estos días España habrá de dar paso a la más inoportuna de las inestabilidades posibles a las que se pueda someter a este desgastado país. Visto todo el derroche de simplezas que puso en escena el partido de extrema izquierda, crecen los malos augurios para esta legislatura que parece condenada a morir antes incluso de nacer. Como sabemos, es altamente improbable que la muchachada de Iglesias pueda disponer de cuatro grupos parlamentarios ya que ni siquiera el PSOE, su gran valedor municipal, tiene intención de retorcer el Reglamento para concederle ese privilegio. Al parecer, una de las promesas del joven de la coleta a sus colegas de candidatura era que tendrían voz propia en el Congreso, y lo que sorprende es que ninguno de los compañeros de viaje comprobara en ese momento que lo que este hombre prometía era factible: ¿ninguno de ellos, de verdad, se detuvo unos instantes a leer el artículo 23, que es el que deja claro quién puede tener y quién no un grupo parlamentario? Por demás, la última palabra acerca de la formación de dichos grupos la tiene la Mesa del Congreso, y en ella son mayoría PP y Ciudadanos, que no creo vayan a ser muy partidarios. Toda esa caterva metida en un solo grupo es garantía de conflicto de intereses y visiones particulares así que pasen dos sesiones. En cuanto surja la famosa frase de «¿qué hay de lo mío?», la electricidad ascenderá peligrosamente y los alegres renovadores de la política de castas empezaran a comprender cómo es la vida. Bienvenidos a la vida real, adiós a la probeta de los platós de televisión. En el Congreso han entrado tal cantidad de frikis que el Tardá de ERC, a su lado, va a parecer un lord inglés de la Cámara Alta. Las fórmulas demagogas y cursis con las que prometieron su cargo, el uso propagandístico de un bebé de unos meses, las indumentarias sacadas de los peores armarios y los gestos de lloro infantil a las puertas de las Cortes serán meras anécdotas comparadas con las propuestas legislativas ramplonas y simples que presenten a debate. Y que si llegan a algún acuerdo con el PSOE de Sánchez éste deberá, cuando menos, contemplar. Al haber trazado el líder socialista su verdadera línea roja, que es pactar con el PP, a lo que se niega rotundamente, le queda poca alternativa más que convencer a Podemos y a lo que ande suelto por ahí para alcanzar La Moncloa. Y sorprende que lo único que le cause recelo sea el asunto del referéndum catalán, fácilmente disimulable o congelable durante un tiempo para los radicales de izquierda. ¿De veras es eso solo lo que le separa de Podemos? ¿Quiere decir Sánchez que a él no le importa la ideología marxista leninista de estos chicos, esa que consistía en explotar a millones de trabajadores pobres para mantener a líderes opulentos y despiadados? ¿No le importa su solidaridad perruna con la revolución bolivariana? ¿Tampoco los diferentes abrazos a Bildu que han ido repartiendo en forma de acuerdos? ¿Ni siquiera le preocupan las informaciones que señalan las irregularidades de su financiación por parte de regímenes como el iraní de los ayatolas, modélico donde los haya? El espectáculo ofrecido en las últimas horas acerca un mal menor: nuevas elecciones. Y no es el PP el que más tiene que perder en ellas. Todo dependerá del cálculo electoral de los partidos, supongo, pero yo de ustedes me iría despejando la fecha del último domingo de abril –o tal vez de mayo, según las prisas– ya que es probable que seamos convocados. Se admiten apuestas.
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