La antisistema absurda que gobierna Barcelona se ha topado con sus propios métodos
CUANDO un antisistema particularmente pelma alcanza el nirvana del sistema, es decir, llega a representar a los suyos en los foros contra los que lleva luchando siempre, ve aflorar como brote de primavera la contradicción de su vida, que no es otra que llegar al palacio que quería destruir. Los palacios, dicen todos estos acalorados, se toman por asalto, y por ahora se ha producido mediante recuento de votos, pero viendo la forma de conducirse ante los sucesivos asaltos urbanos en el barrio de Gracia en Barcelona, caben algunas dudas acerca de que siempre vaya a ser así. La antisistema absurda que gobierna (es un decir) el Ayuntamiento barcelonés se ha topado con sus propios métodos, que son los incendiarios, dándose la circunstancia de que debe impedirlos merced a la responsabilidad que conlleva la autoridad. Y solo balbucea.
Vayan haciéndose a la idea de que el asalto al poder es algo más factible de lo que parece, y que los mismos que se amotinan en un barrio de Barcelona para «reconquistar» un territorio robado a sus legítimos dueños son los que pueden «cabalgar contradicciones» y alcanzar el poder mediante el asalto de los votos. En Cataluña, avanzadilla de tantas cosas, cargos públicos electos se mezclaban hace dos noches con los delincuentes que quemaban contenedores y cajeros bancarios, y lo hacían con la contundencia de quien cree que lo justo es asaltar la propiedad privada, vivir del cuento, destrozar el mobiliario urbano y sembrar el pánico en el vecindario. Entre ellos ese animal llamado Garganté, concejal de la CUP que lleva tatuada la palabra «odio» en los dedos de la mano. La CUP es pieza imprescindible para el gobierno en la comunidad autónoma, recuerden.
La alianza total de los antisistema se visualiza por abajo en la revuelta callejera de los esforzados de la okupación, tan comprendidos y exculpados por medio arco parlamentario, y también por arriba con la UTE formada por Podemos e Izquierda Unida. Esa sí que es una pinza. Una pinza que ya, afortunadamente, no puede disfrazarse de socialdemócrata como hasta ahora venía realizando una de sus facciones: hay que agradecerle a IU el impedir camuflajes a la otra mitad. En virtud de ello se comprende y abraza a delincuentes callejeros como los del barrio de Gracia, a encarcelados violentos como el concejal Bódalo o a terroristas como Alfon, aquel angelito pillado con una mochila repleta de explosivos.
Ni siquiera Venezuela, la válvula de escape del disimulo podemita, va a seguir siendo territorio difuso. Vuelve Albert Rivera de un interesante viaje de apoyo a los demócratas venezolanos y deja en evidencia a quienes solo van a Venezuela a cobrar dinero y apoyar liberticidas. Hasta Alberto Garzón reivindica la prisión para Leopoldo López, lo que da una idea de lo que haría con todos nosotros si ostentara el poder. La ocurrencia de escape de última hora la ha protagonizado Errejón, que es el supuestamente listo de la banda: en Venezuela hay colas porque hay dinero y porque a la gente le gusta esa manera de relación social. Y así. Hablando de ello: ¿saben ustedes qué colectivos nacionales son los que solicitan asilo en España en mayor medida? No son los sirios, curiosamente, a los que reciben con pancartas algunos ayuntamientos; son los ucranianos, en primer lugar, y los venezolanos en segundo. Y creciendo. Son datos de Acnur. Recordemos que el estatus de refugiado se concede no a quien huye de la pobreza, sino a quien es perseguido. Esa misma extrema izquierda defiende, asesora o se financia del régimen político del que huyen los venezolanos solicitantes de asilo. Pues esa misma izquierda antisistema es la que se está acercando de forma nada sigilosa al poder.
Primero se okupan locales, luego palacios.