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5 de diciembre de 2015 | ||
Demasiados indecisos |
EL PP, dice la encuesta del CIS, no alcanza los 130 escaños. Siendo cierto, resultará un panorama en el que podrá gobernar a poco que uno se fije en las predicciones que afectan a los demás. Con casi 130 escaños, que están por ver, uno no puede gobernar en solitario, pero también es difícil que te envíen a la oposición. La primera lectura de la encuesta de marras –que por el número de encuestados puede decirse que goza de cierta fiabilidad– es que el futuro gobierno de España será consecuencia de un pacto, no de la soledad del corredor de fondo. El bipartidismo muere de momento y nace, a simple vista, el juego de los matrimonios parlamentarios. Pero hay varios inconvenientes para establecer un retrato que no resulte movido. La volatilidad es inmensa. El número de personas que no han decidido su voto –o que no quieren decírselo al entrevistador– es muy alto. En virtud de inclinarse a uno u otro lado puede cambiar el panorama de manera significativa. Aun así, e imaginando que su voto se significase proporcionalmente al resto, se observa cómo la irrupción de Ciudadanos ha cambiado la fotografía electoral. La mayoría de votos que pierden PP y –en menor medida– PSOE van a parar a esta especie de centro-derecha indefinido a la búsqueda del sabor definitivo. De Ciudadanos sabemos –no demasiado– lo que piensa su líder y que las listas de la formación están abigarradas de incógnitas venidas de varios sectores ideológicos. No sabemos bien a qué huele, pero sí que tiene aroma distinto a las fuerzas conocidas. La duda que plantea el CIS es la del definitivo reparto de fuerzas entre la segunda y la tercera posición. PSOE sería la segunda opción votada en las urnas, pero la distancia con los imprecisos seguidores de Rivera es demasiado exigua como para asegurar quién va a ser el dos y quién el tres. El desparrame de las opciones socialistas para el 20-D es de tal magnitud que resulta, a simple vista, poco creíble. Los socialistas no están preparados para convertirse en tercera fuerza política: de producirse un resultado así, el agitamiento de bases y cuadros representativos sería poco menos que de 8,5 en escala D’Hondt. Los billetes de AVE Sevilla-Madrid para el día 21, como he leído por alguna parte, estarían ya hasta pagados para no perder la oportunidad de ajusticiar con toda crueldad a Pedro Sánchez. Con todo, soy de los que creen que no es tan fácil adelantar por la derecha al PSOE: aquellos que dan por muerto al pívot de la izquierda pueden confundir deseos con realidad. Por otra parte, los histriónicos cantamañanas de la extrema izquierda se ven reducidos a una expresión muy notable, pero muy alejada también de las expectativas con las que se aplaudían unos a otros meses atrás. Podemos se queda en los 25 diputados, que mucho es para la excrecencia ideológica que defiende, pero no está tan solo: junto con restos de las izquierdas extremas o folclóricas podría doblar presencia y formar un bloque cercano a los cincuenta individuos, que no es poco y podría ser determinante si los socialistas superaran el listón de los cien diputados, cosa que pocas encuestas les otorgan, pero que tampoco hay que descartar. Por lo tanto, de ser parecidos los resultados y de celebrarse ayer las elecciones (la campañas, los debates y las interferencias cambian el sentido del voto de muchos electores, bien que lo sabemos), al PP no le quedaría otra que pactar con Ciudadanos, cosa que estos últimos juran y rejuran que no harán. Aun brindando apoyo y sin gobernar en coalición, la legislatura no sería fácil para un gobierno presidido por Rajoy. Con lo que permanezcamos atentos a la salida del armario de los votantes indecisos. |
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