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14 de octubre de 2016

Que bonita es Badalona


Badalona se hizo bastante más bonita de lo que auguraba su evolución. Hasta llegó a ganar las elecciones un candidato del PP 

ESTOS del PSC la tienen de cemento armado. Después de haber colocado como alcaldesa de Badalona a la tal Dolors Sabater –con el apoyo de lo más rancio de la izquierda catalana y restos de la derecha más corrupta–, pretenden ahora removerla con el apoyo del PP… para gobernar ellos, que tienen cuatro concejales, cuatro, en lugar de que lo hagan los populares de Albiol, que obtuvieron diez regidores, diez. El desahogo y la falta de vergüenza llegan hasta el extremo de tomar el pelo a la mayoría evidente de los badaloneses no una vez, sino dos. Pero es que los socialistas catalanes son así.

En Badalona, como en Castelldefels, gobernaba el PP, lo cual es una rara avis en el panorama municipal de Cataluña. La asombrosa corrección política catalana hace que un alcalde popular sea más extraño en el Principado que un torero en Islandia.

Para que ello ocurriera hubo de surgir un tipo como Albiol, al que la muy cansina propaganda oficial le sigue asignando el rol de racista y xenófobo, pero que demostró que se podían ganar unas elecciones en una importante urbe siendo de derechas y no ocultando su filiación tan catalana como española, es decir, siendo como buena parte de la ciudadanía de ese territorio, para la cual la diatriba no está en tener que elegir a quién detestas, sino en solucionar los problemas del día a día, entre los cuales no está la pertenencia exclusiva a ninguna patria. Badalona, adosada a Barcelona por su flanco derecho según se mira desde el mar, fue en su día un pequeño pueblo cercano a la capital en el que todos se conocían, algunos pescaban y otros cultivaban las tierras. Llegó el ferrocarril, que limitó su acceso a las playas, y se trazaron, con los años, las autovías de salida y entrada a Barcelona que separaron la ciudad en dos.

Las muchas playas que cosen su fachada marítima se convirtieron, como consecuencia del desarrollo industrial, en impracticables: bañarse en Badalona era un ejercicio de amor por los residuos. La ciudad creció de forma anárquica, fue receptáculo idóneo para toda la inmigración peninsular, y se retiró de sus calles el sabor que algún día pudo tener, como ocurría en barrios colindantes, fuera Montgat o San Adrián del Besós. Pero un día llegó la democracia, y con ella la voluntad por hacer de la ciudad un lugar más vivible.

De la mano de ayuntamientos del PSC, todopoderoso durante lustros, Badalona experimentó un cambio asombroso del que podemos dar cuenta quienes nos hemos criado a unos cuantos kilómetros hacia arriba. Aquella canción tan hermosa de Serrat que vacilaba de lo «bonita» que era Badalona quedó absolutamente superada por las nuevas hechuras: es imposible dinamitar todo el desastre urbanístico del desarrollismo español, pero sí se han podido hacer cosas que convierten esa ciudad en un lugar tan agradable para vivir como cualquier otro: las playas, por ejemplo, o el «Pont del Petroli» son lugares magníficos para el relajo de sus ciudadanos, sus parques son excelentes y el aspecto urbano, al menos en enclaves históricos, desmiente absolutamente aquel irónico pasodoble. Badalona se hizo bastante más bonita de lo que auguraba su evolución. Hasta llegó a ganar las elecciones un candidato del PP.

Estamos de acuerdo en que Albiol, que también se apellida García, no es Adenauer, pero comparado con lo que compite y ahora gobierna parece el hijo alto de Roosevelt. A este tipo, badalonés charnego como tantos, es a quien el PSC le reclama apoyo para desalojar a la panda de majaderos que ellos mismos colocaron. El pívot del PP se ha negado: ya verán cómo le acabarán echando la culpa de que sigan en el Ayuntamiento los que ahora lo gobiernan, es un decir, entre proclamas populistas y desafíos a la legislación.

 


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