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12 de julio de 2013

LA CONFUSIÓN ANDALUZA


 

Griñán organiza a toda prisa unas primarias en las que sólo puede ganar su protegida

 

SE acumula la confusión en Andalucía. En todos los bandos. Griñán anunció que se marchaba a lo más tardar en tres años y las rígidas estructuras del socialismo andaluz mostraron síntomas de desconcierto. La juez Alaya hace el resto. EL jefe decidió que lo mejor que nos puede pasar a los andaluces es que nos gobierne Susana Díaz y ha puesto el aparato al servicio de la causa. Un Outsider se lanzó sin ser esperado —el alcalde de Jun— y un clásico —Luis Planas— destapó su inesperada vocación de liderazgo político, esa que no se sabe si es por encargo o por generación sobrevenida. Ninguno de los dos, salvo sorpresas, tienen nada que hacer: animarán el cotarro y colaborarán a la idea de que ha sido una disputa espontánea en la que ha vencido la juventud sobre la costumbre, la renovación frente al viejo establishment y tal y tal, cuando en ningún caso el triunfo de Díaz supone forzosamente eso (Si Planas consigue los avales, lo cual es difícil porque no controla el BOJA y la colocación puede mucho, socialistas del Antiguo Testamento, por mandato de Chaves, dirán que él es la solución y tratarán de aguar la fiesta diseñada por Griñán). Susana es mucho más aparato que ambos contendientes y lleva casi tanto tiempo en el retortero de la política orgánica como sus adversarios. Pero no tiene nada que ver con Suresnes, para entendernos, y ese es el mensaje. Susana Díaz, a la que muchos irresponsablemente menosprecian y a la que otros pretenderán crucificar de forma injusta, conoce cada recurso de su partido, empieza a conocer los de la administración, dispone de su buen armario de cadáveres y gasta ese discurso tan de nuevas generaciones que usa unas cuantas palabras, compañeros y compañeras, y dice poco: la estadista Talegón se lo gasta también, la senadora Hernández, el vicesecretario andaluz Jiménez o la vicesecretaria general Valenciano. Griñán organiza a toda prisa unas primarias en las que sólo puede ganar su protegida y se enfrenta a dos desafíos: los progresos de Alaya y el deseo de desembarazarse de sus socios de IU. Quiere irse, y se arriesga incluso a perder su aforación: no le importa, puede más su cansancio y sus motivos familiares. Mientras, la Junta bipartita difiere en la decisión de pagar las minutas de abogados que defiendan a los imputados a los que ella misma acusa al personarse de farol en la causa de los ERE: si es el anuncio de futuras discrepancias, mejor que esté todo listo para convocar elecciones, especialmente en este tiempo en el que el PP andaluz anda zumbado de lado a lado del cuadrilátero sin saber siquiera quién va a ser su candidato. El presidente popular, Zoido, es alcalde de Sevilla, y ese cargo es una rémora en el resto de Andalucía para ser candidato a la presidencia de la Junta, se diga lo que se diga. Zoido, por otra parte, quiere y debe centrarse en el gobierno de la ciudad si quiere repetir en el cargo; la figura de aquél que deba enfrentarse al todopoderoso PSOE —el que considera una «anomalía» no haber ganado las últimas elecciones— sigue siendo una incertidumbre más que una incógnita. Así, el PP está perdiendo un tiempo precioso y da la sensación de no haberse recuperado del mazazo del año anterior.

 

Al PSOE le esperan momentos de incertidumbre. Algunas de las acusaciones serán exageradas o inciertas (parece que la «secretaria» de Manuel Chaves recolocada en Invercaria no lo fue jamás), la imputación de Magdalena Álvarez podría estar cogida por alfileres y así otros extremos, pero nadie duda de su expectativa dolorosa ante los frentes abiertos. Por demás, el TC tumba su decreto de expropiación de viviendas, idea inspirada por los socios comunistas, cuyo líder compró —legalmente— una vivienda proveniente de un desahucio. Para qué queremos más.
 

 


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