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16 de junio de 2005

No vamos a creer a Tomasín


Las posibles bodas de Tom Cruise tienen la misma credibilidad que el empleo de Michael Jackson como cuidador de guardería.

No sé qué tiene este muchacho, pero despierta poco entusiasmo corporativo; me recuerda a una conocida pareja, de extraño encaje, que, cuando declaró amarse muchísimo, hubo de escuchar cómo los periodistas le dijimos lo contrario a lo que decimos siempre que creemos descubrir una nueva relación: de eso nada, monadas, vosotros, imposible.

A Tomasín le pasa algo parecido: ya puede jurar en arameo --no sé por qué hay que jurar en arameo para que se crea a alguien, pero es una frase hecha, entiéndanme los que hablen arameo-- que quiere mucho a menganita y que está dispuesto a comprometerse hasta el próximo lío.

No le vamos a creer.

Este último arrumaco en forma de reportajes varios que nos viene presentando desde que está en promoción no ha convencido a nadie.

Ahora dice que se quiere casar y la carcajada ha llegado hasta Alcobendas.

Puede que estemos cometiendo una injusticia, sí, y que esta chica con la que aparece hasta en los prospectos de antiinflamatorios sea el gran amor de su vida, pero los exegetas de la relación hombre-mujer según Cruise aseguran que la cosa no pasa de las fotos en la puerta de los cines: cuando llegan a la de la alcoba cada uno tira por su lado.
Va a tener que casarse de verdad para que nos creamos que la cosa va en serio, qué fastidio.

Eso es muy de Hollywood: prensa y personajes parecen jugar al juego de las conveniencias, a la repercusión mediática de su transparencia personal.

Un actor al que le conviene aparecer en los medios para potenciar su última obra se busca cualquier excusa aparente para que se hable de él.

Si es una mujer, mejor.

Al revés también.

Normalmente eso excita la maldad en las anteriores parejas del interesado o interesada: en este caso, las palabras de Nicole Kidman han sonado a ácido corrosivo cayendo sobre un estaño repujado.

Vaya mala uva se gasta la australiana.

Penélope Cruz, que yo sepa, aún no ha dicho nada especialmente llamativo, pero seguramente lo pensará. Katie Holmes, que es como se llama la novia, actriz de estreno también, asegura ser virgen y promete que sólo será desvirgada por aquel que la lleve al altar, cosa que hace aún más inverosímil el caso.

Tom, de momento, donde la ha llevado ha sido al elenco de “Misión Imposible 3”, al que ha llegado después de desbancar a otras actrices de renombre y donde hará, claro, de heroína.

Lo de “Misión Imposible” no es guasa: no se refiere al desvirgamiento ni al matrimonio, pero se presta al equívoco.

Lo siento, Tom, pero nadie se cree lo vuestro.

Menudo papelón.

De cine imposible, en una palabra.
 


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