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23 de diciembre de 2004

De la boda del año al adiós a Carmina


Pues la cosa se acaba.

Se va, con su pena y con su gloria, este 2004 que tantas imágenes nos ha dejado en el archivo de la memoria.

No sabría bien si titular este año como el de la boda del año, las películas de éxito, el de las enfermedades anunciadas, el de los embarazos múltiples o el de las muertes súbitas e impredecibles.

Tal vez el fallecimiento de Carmen Ordóñez fue, con la salvedad natural de la boda entre Felipe y Letizia que tanto se hizo esperar, la noticia que ocupó durante más jornadas todas las portadas de los medios: tan imprevista como trágica, la muerte de la reina del corazón dio de sí de tal manera que sería imposible olvidar la sacudida de aquellos días.

Han pasado seis meses y queda tan sólo la reflexión de que la vida pasa y las heridas se van cerrando.

No pasa inadvertida, tampoco, la conflictiva relación entre Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo: la persecución  que denunciaron no la olvidarán así que pasen unos cuantos años.

Ya calmadas las aguas, uno y otro van rehaciendo sus cosas y esquivando como pueden el objetivo de las cámaras, cosa que nunca conseguirán del todo.

Y los embarazos: el de Ana Rosa Quintana fue espectacular, todo sea dicho; nada menos que mellizos cuando no eres una chiquilla con la menstruación recién estrenada, pero con dos chavales como dos soles que por ahí andan.

Como otros años en los que también murieron españoles a manos de la barbarie de ETA, a los que jamás olvidaremos.

No hay muertos de primera o de segunda. Los asesinos son iguales y sus víctimas también.

A ellos, a todos los muertos, nuestro recuerdo emocionado. A los demás, a los vivos que no matan, Feliz 2005.

Han pasado seis meses desde la muerte de Carmina. Queda la reflexión de que la vida pasa y se cierran las heridas

Como gateará lo que le venga a la Infanta Cristina, empeñada ella en darle la vuelta a los cálculos estadísticos relacionadas con el índice de natalidad.

Pero me quedo con la entereza y la sinceridad de aquellos que han anunciado, desde la serenidad, que un mal concreto les acosaba: el cáncer.

Tanto la Jurado, como Serrat, como Rocío Dúrcal brindaron una lección de aplomo y franqueza el día que, con una naturalidad admirable, anunciaron padecer el mal innombrable.

Es de desear que este próximo año sea el momento en el que nos devuelvan su arte y su presencia.

A pesar de todo, por mucho que queramos hablar de la espuma social o de los actores de cualquier farsa, no seríamos decentes si no brindásemos un instante de nuestra memoria a aquellos 192 hombres y mujeres que dejaron su vida en el atentado que sacudió España la mañana del 11 de Marzo.

El año que acaba será siempre el año de la infamia, del horror, de la tragedia.


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