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28 de octubre de 2004

El máster regio de Letizia


Entre premio y premio ha pasado un año. Menudo año. A estas alturas, hace 365 días, eran muy pocos los que estaban en el secreto, aunque, si haces caso a lo que muchos bocazas pregonan, pareciera que media España lo supiera. No, sólo los más íntimos conocían de los amores del Heredero y la periodista. Y esos que sabían callaban como puertas.

Una de las claves de la estabilidad final de la pareja ha sido saber controlar la información y los tiempos de la misma: si lo de Letizia con el Príncipe hubiese sido conocido desde un principio, no pocos desestabilizadores hubiesen intentado bombardear la relación. Y tal vez lo hubiesen conseguido.

Pero digo que eran muy pocos quienes estaban “en la pomada”. Lógicamente, determinados secretos no pueden guardarse eternamente, y en un manejo secuencial extraordinario decidieron darle salida a la realidad y anticiparse a cualquier tipo de maniobra.

Desde la primera Letizia de braceo militar y de "déjame acabar" hasta la Princesa de gesto adecuado ha transcurrido un máster regio

Fue un pelotazo: todos podríamos recordar dónde estábamos en el momento de saber la noticia. La sacudida recorrió el país y dejó anonadado a no poca parte del mismo. ¿Quién iba a decir que aquella joven que saludaba al Príncipe con cierta timidez en la entrega del Príncipe de Asturias (ver foto) era la que mantenía relaciones amorosas con él, hasta el punto de anunciar su compromiso de forma oficial?

Esta semana anterior, tras un año de rodaje, boda incluida, ha vuelto al escenario de los hechos, pero ya en el estrado de princesa. Todos han limpiado las lupas y, cariñosamente, han observado su reacción: no es fácil controlar las emociones, pero hacerlo como lo ha hecho esta mujer es admirable, ya que se trata de su tierra, sus sonidos, sus gaitas, su gente, la palabra enamorada de su marido...

Aguantar el tirón no es fácil, pero ella misma es la primera que ha significado que su trabajo consiste en dejarse de carantoñas. Ese ha sido su gran progreso: desde la primera Letizia de braceo militar y de “déjame acabar” hasta esta Princesa de gesto adecuado ha transcurrido un máster absolutamente regio. El público sabe apreciar esos gestos, esa evolución, esa profesionalidad, esa cierta seriedad en las cosas de palacio. Parece que no, pero el respetable que vive y vota, come y sufre y llora y ríe, se fija en esas cosas.

El Pelayín ya llegará en su momento. Mientras, celebremos la naturalidad del proceso, la que la ha llevado a ella a las púrpuras del reino y la que ha hecho que todos los demás veamos el hecho con indisimulada sorpresa y alegría.
 


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