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16 de diciembre de 2004

Cristina va a por la niña


A lo largo de estos últimos años no pocos analistas sociales y políticos han elevado una voz de alarma por el índice de natalidad que exhibimos en nuestro país, uno de los más bajos del mundo.

Cada día somos más mayores, tenemos menos hijos y, por tanto, refrescamos menos el censo.

Otros manifiestan que si somos menos tocaremos a más, pero eso no parece casar del todo con la realidad: si somos menos, produciremos menos. Pero bueno, no entremos en jardines.

Años ha, una familia numerosa era una familia numerosa: nada de cuatro o cinco hijos; de no tener quince o veinte no se podía considerar como tal.

O era como la de Alberto Closas y Amparo Soler Leal en “La Gran Familia” o era una familia normalita.

Ahora, en cambio, ya se considera numerosa una familia con tres hijos. ¡Cómo han cambiado las cosas!

La infanta Cristina ha anunciado hace unos días que está embarazada de su cuarto hijo, con lo que formará parte del grupo de familias que traspasa la barrera del trío, que es un límite al que llegan muy pocos, por cierto.

Sexto nieto de los Reyes de España. No se sabe si responde a un diseño personal de su vida o al deseo de tener una hija después de haber gozado del parto de tres hermosos varones, pero en pocos años va a aumentar el número de barceloneses de manera notable.

La búsqueda de la niña o el niño se sabe cuándo empieza pero nunca cuándo acaba.

Mis queridos vecinos, casa por casa, son una adorable familia sevillana que engendraron quince niñas, quince, y lo hicieron buscando el niño.

El niño no llegó, pero en cambio tuvieron cerca de docena y media de hermosas chiquillas que ahí siguen, madres ya… de niñas y niños.

El censo de Sevilla les debe mucho, evidentemente. Si la Infanta y su esposo han comprado finalmente el casoplón que tenían pesado adquirir en un exclusivísimo barrio barcelonés, en esa casa le pueden caber las quince hijas de mis vecinos más los suyos propios.

Si no, tendrán que aviarse con lo que tengan, que no creo que sea una vivienda de protección oficial, y empezar a repartir hijos por habitaciones: ¡qué mayor felicidad que esa!

Algunos lectores pensarán que con mejores condiciones de vida ellos también hubieran tenido cuatro hijos, pero, miren, cada uno es cada uno y tiene lo que tiene.

Olvídenlo. Un ejemplo como éste puede cundir y alguno que otro puede que se decida a multiplicarse y a salpicar España de españolitos. Bienvenidos sean.

Especialmente ése que esperamos los españoles: otro nieto de trascendencia dinástica distinta. Me consta que están en ello. 


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