ABC desevilla
Tras diez años en Onda Cero su regreso a la Cadena Cope ha supuesto el mayor trasiego de oyentes vivido en la radio española.
En apenas unos años los más veteranos de las ondas fueron dejando su lugar en el micrófono y tal vez Carlos Herrera (Cuevas de Almanzora, Almería, 1956) sea el último de una generación estelar. Tras diez años en Onda Cero, cadena a la que incorporó tras pasar por Canal Sur Radio y Radio Nacional (donde recibió de ETA aquella caja de puros letal), Herrera regresó a la Cadena Cope el pasado septiembre. Su vuelta a la cadena de la Conferencia Episcopal se tradujo en el mayor trasiego vivido en la radio en España con ese millón de fieles que se sumaron de sopetón a la voz de este sevillano adoptivo.
-Tantos años levantándose en plena madrugada para trabajar. ¿Cómo se encuentra usted?
-Pues estoy la mar de bien, la verdad. Estoy para echarme caramelos.
-No tanto como el país. ¿Cómo hemos llegado a esta incertidumbre que usted ha ido contando cada mañana?
-Algo hacía temer la pulverización del voto en España a la que hemos asistido. Es muy saludable políticamente, todo lo que queramos decir, pero evidentemente es un panorama de difíciles combinaciones. En países más adultos estas situaciones se solventan con facilidad. Nosotros estamos aún en una adolescencia política. Falta entendimiento, hay posiciones enconadas por un voto antropológico y con la vieja tentación del cordón sanitario en torno a la derecha.
-¿Cree que Podemos ha sido jaleado y aupado por medios de comunicación concretos?
-Sí, ha sido una inyección a través de dos caminos forzosamente breves: uno de ellos es la exposición a través de la televisión, por el impacto reiterado de sus mensajes; y otro, por las redes sociales, donde se establecen posicionamientos desde 140 caracteres. Todo ha sido rápido y desconcertante.
-¿Cree que los discursos se agotan en Podemos cuando no hay provocación y demagogia?
-Es el gusto por el espectáculo. A lo largo de estos meses hubo un tacticismo del disimulo. Ese viaje hacia la socialdemocracia de Podemos yo lo recelo porque puede ser sólo táctico. En cuanto puedan regresarán al lugar de donde vienen. A no ser que su poder tenga un contrapoder evidente.
-Cerró su vínculo con Onda Cero en primavera y no regresó al micrófono hasta septiembre. ¿Tenía muchas ganas de poner las cosas en su sitio tras esos meses en blanco?
-Pero ese regreso no era por un deseo justiciero. Son ganas, vocación, estar cerca de toda esa gente que te ha seguido durante mucho tiempo. Lo de cambiar de emisora son sencillamente cosas que pasan en nuestra profesión. Ahora bien, tenía ganas de ponerme ante el micrófono porque no podía perderme este momento histórico que es decepcionante y apasionante a la vez. Perderse todo esto hubiera sido una pena.
-Los meses más agitados de este siglo...
-Yo no defiendo una sociedad suiza donde todo sea previsible, conocido. A este país le toca un tiempo de cambio y más debate consigo mismo. A ver qué pasa.
-De repente el EGM anuncia que la Cope ha ganado en las mañanas un millón de oyentes. ¿Cómo se reacciona ante ese poder de convocatoria?
-Muy feliz. Es un millón de oyentes que te buscan porque están acostumbrados a un tipo de radio. No sólo es por el editorial que pueda decir a una hora de la mañana, sino por esa otra forma de hacer las cosas que proponemos. La de realizar un estilo concreto dentro de una fórmula conocida. Atraemos la opinión, la participación de la gente...
-¿Qué definición haría de su estilo?
-Más que una definición yo lo resumiría en que intentamos un método de distracción, de entretenimiento y compañía. Un matinal donde la apuesta sea el ritmo y la sorpresa. Es impregnar un determinado aroma ya sean temas serios como otros más ligeros. Diría que es añadir cierta dosis de espectáculo a lo largo del espacio, con la realización musical, la complicidad con los colaboradores.
-En la hora fosforera usted muestra cierta predilección por la escatología.
-Es un asunto que también existe. Es una realidad me gusta tratarla con finura, con dosis de picardía, porque así encaja mucho mejor.
-¿Cómo consiguió esa complicidad con sus fósforos, que son capaces de destilar lo mejor de sí mismos cada mañana?
-Es ese aroma que decía. La idea fue fácil: en la radio siempre se ha hecho eso, que por teléfono la gente te cuente sus cosas. Y los fósforos saben qué cosas nos gusta escuchar, a los del equipo y al resto de oyentes.
-En las redes sociales es capaz de congregar ese afecto pero también unas iras exageradas.
-Así son las redes sociales. Es el hervor que tienen. Es una especie de vomitorio muy entretenido. Sacas la fotos de un plato de arroz y salen unos cuantos diciendo que qué poca vergüenza con la de personas que pasan hambre. El Twitter es el palacio del tonto y es el palacio también de gente muy interesante.
-Viendo las reacciones que tienen hacia usted y hacia algunos de sus mejores amigos, ¿no ha pensado esquivarse estas molestias?
-No, si yo no tengo queja de las redes sociales. Yo tengo claro que no se le puede gustar a todo el mundo. Y hay algunos que además sabes que nunca le vas a gustar, hagas lo que hagas.
-El mundo taurino tiene cada vez una defensa más complicada ante la opinión pública.
-Lo que me sorprende es que los antitaurinos suelen ser muy violentos. Defendemos el derecho a disfrutar de la Fiesta. Fíjense en que los que llaman asesinos a los taurinos no se lo dicen a los asesinos de verdad.
-¿Llegará un día a cuestionarse nuestra Semana Santa?
-Tengo varios miles de planteamientos para defender a las cofradías. Es una realidad transversal. Debajo de un antifaz nadie sabe qué ideas laten, quién está ahí. Conozco a ateos que respetan la religión y ateos que admiran la Semana Santa y que hasta sienten cierta devoción cuando ven un paso.