Carlos Herrera volverá en otoño a la COPE. Lo hará dos décadas después de su marcha, con la confianza que otorga la veteranía, pero también con la incertidumbre del que sabe que cualquier proyecto radiofónico necesita tiempo y paciencia para despegar, algo que no siempre conceden los empresarios de los medios de comunicación. Desde que abandonó Onda Cero el pasado verano, se ha dedicado a vivir la vida. A viajar por España y Estados Unidos, a festejar y a visitar esos sitios de buen yantar por los que siempre ha reconocido que siente una profunda devoción.
El nuevo líder de las mañanas de la COPE atiende a Vozpópuli por teléfono desde Sanlúcar de Barrameda. Lo hace con una rigurosa seriedad que se diluye cuando recuerda alguna hilarante anécdota sobre sus oyentes (sus "fósforos") o cuando se le pide opinión sobre el efecto que tendrán entre los miembros de la Conferencia Episcopal las célebres conversaciones escatológicas que mantiene habitualmente con sus colaboradores. Entonces, coge aire, tira de acento sevillano y demuestra su soltura en los temas más profanos. Herrera no elude ninguna pregunta y sortea las más incómodas con corrección.
En la charla, habla de su nuevo proyecto radiofónico, con el que espera hacer remontar a COPE en la franja matinal, en la que este año ha obtenido unos resultados preocupantes, cuanto menos. También opina sobre Podemos, sobre el Papa Francisco y sobre La Sexta; y recuerda alguno de los episodios más memorables de sus más de tres décadas de trayectoria radiofónica.
P: ¿Cómo va la vida de prejubilado?
R: Con el ajetreo propio de las calendas y con los preparativos de un programa de radio que, a pesar de los años acumulados en la hoja de servicios, requieren muchas horas y de una cierta artesanía. En eso estoy.
P: ¿Algún episodio que recordará especialmente de estos meses al sol?
R: Los dedos rotos en el Camino de Santiago, lo que todavía me hace caminar con una bota ortopédica y un bastón. Reconozco que me resta cierto realce en mis paseos playeros.
SALIDA DE ONDA CERO
P: Cuentan que la negociación con la Cadena COPE se cerró entre feria y feria de primavera...
R: Sí. Rafael Pérez del Puerto (el consejero delegado de COPE) y yo nos tuvimos que ver en alguna ocasión en el tendido de la Plaza de la Maestranza en alguna novillada, pues venía a verme en las horas del día que tenía disponibles y yo estaba allí. Es una situación que se asemeja a la de aquellos espías que se encontraban en lugares insólitos para poder hablar sin ser escuchados.
P: ¿Discutieron por algún desacuerdo en el contrato en esos encuentros clandestinos?
R: No, la verdad es que no. Yo le enseñé mi contrato con Onda Cero y le dije: estos son los pormenores. Y el que redactó fue calcado. Punto por punto.
P: ¿Cómo fue a buscarle COPE por primera vez?
R: COPE y yo siempre hemos estado hablando porque guardamos una estrecha amistad desde hace muchos años. A mí siempre me transmitía el mensaje de que podría volver el día que quisiera y yo lo agradecía, pero lo declinaba, por cuanto mis compromisos contractuales me retenían en otro lugar donde, por cierto, estaba muy a gusto. Pero hubo un momento en que el ciclo acabó, el contrato expiró y mis manos quedaron libres para ponerme de acuerdo con esta familia.
P: ¿Por qué sintió que el ciclo había terminado?
R: Mi contrato expiraba y yo sentía la necesidad de cambiar. Me intentaron convencer de lo contrario y seducir. Javier González Ferrari ha sido el encargado de hacerlo y se ha empleado a fondo en ello. Pero mi decisión era firme.
P: Dicen que en esos últimos meses González Ferrari fue muy insistente con lo suyo...
R: Yo diría que fue incluso un punto pesado. Yo le dije muchas veces que la decisión estaba tomada, pero siempre me respondía: “vuélvetelo a pensar”. Y todas las conversaciones sobre ese tema acababan con esa frase. Era un bucle permanente. Cuando tomó conciencia de que la decisión era firme, accedimos a deshacer la casa en la más perfecta de las armonías.
P: ¿Influyeron en su decisión los ataques que recibía desde La Sexta?
R: ¿Qué ataques? Algún comentario jocoso hubo en algún programa de La Sexta, pero lo tomé como un lance normal. Es más, yo también he dicho cosas de La Sexta que podrían no hacerles gracia a ellos. Pero jamás me han recriminado nada en la empresa ni yo me he tomado aquello como ataque. Fueron los lances elementales del contraste de opiniones. No le he atribuido a ello maldad.
PODEMOS
P: El que sí le atribuye maldad es el Gobierno, que culpa a este canal del ascenso de Podemos...
R: Yo creo que ésta y otras cadenas le han otorgado una tribuna desmedida, a mi entender. Sobre todo porque sus mensajes han estado exentos de crítica, cuando son anticuados, demagógicos y populistas. Dicho esto, opino que cada uno con su línea editorial hace lo que cree oportuno. Yo no soy nadie para meterme con ella, como ellos tampoco se han metido con la mía.
P: ¿Por qué han calado en los españoles ese tipo de mensajes?
R: En épocas convulsas, en épocas seculares, cuando crisis severas azotan a la sociedad es fácil que cuaje en la ciudadanía el pensamiento de que en la sociedad hay instalada una corrupción que abarca todas las esferas de todos los ámbitos, tanto privados como particulares. Eso ha existido, pero Podemos lo ha exagerado aposta. Son pescadores en río revuelto y han ofrecido a gente desesperada soluciones sencillas y falsas. Pero han tenido éxito.
P: Es curioso porque unos lo ven como un partido de ideas rancias y peligrosas y otros como un soplo de aire fresco. Son percepciones muy diferentes sobre un mismo fenómeno...
R: El que lo quiera ver como un soplo de aire fresco ya notará el aliento cálido del oso algún día en el rostro. Propone fórmulas particularmente dictatoriales. Posee algunos tics totalitarios que están de moda en algún otros lugares del mundo, pero que a mí particularmente no me seducen.
P: ¿Ha solicitado un cara a cara con Pablo Iglesias?
R: Sí. Lo que pasa es que declinó amablemente.
P: Le impone usted...
R: No, no creo que sea eso. Nadie tiene que tener miedo a nadie, ni yo a él ni él a mí. Lo más probable es que no le interesara el público al que le iba a hablar. O lo mismo tenía una agenda particularmente abigarrada.
HERRERA EN LA COPE
P: Hablemos de su nuevo programa. ¿Mantendrá la estructura y su discurso?
R: El discurso de un programa cambia en función de la actualidad. Todas las empresas tienen líneas editoriales, pero lo importante no es tanto eso como el ser sectario o no. Nosotros nunca lo seremos, aunque tengamos una forma de interpretar las cosas. Como hasta ahora, dedicaremos una franja a la actualidad y en la otra combinaremos informaciones de sociedad y cultura.
P: ¿Ha cerrado ya el equipo de contertulios?
R: Uno de los acuerdos a los que llegué con COPE es el de incorporar el máximo número de personas posible del programa de Ángel Expósito. Con lo cual, voy a hacer uso de mucho de lo que Ángel ha puesto en marcha, que me parece brillante. Pero sí que hay algunas voces que recuperaré, aunque aún estoy tratando de que me den su plácet.
P: Después de tantos años, ¿cómo hace uno para motivarse para madrugar tanto?
R: Yo soy mañanero, no me importa mucho madrugar. Lo difícil es vencer la rutina. Ése es el principal problema de los que hacemos un programa de radio todos los días y durante muchos años, sea a la hora que sea. Tenemos la ventaja de que, como todos los días cambia el contenido, tienes la sensación de que cada día estás haciendo una cosa diferente, lo cual ayuda a combatir la rutina. Aunque te reconozco que eso es un veneno un tanto peligroso.
P: Ha hablado ya un par de veces de los muchos años que lleva en esto. ¿Recuerda cuáles fueron las primeras palabras que pronunció en la radio?
R: Fue en Radio Sevilla, pero el recuerdo es poco poético porque me inicié con un anuncio sobre un comercio del barrio. Creo que de Mercería Loli.
P: Espero que a Loli le fuera bien, por lo menos...
R: Pues una de las mercerías que anunciábamos todavía sigue abierta. Lo cual es milagroso porque de eso hace más de 36 años.
P: ¿Cuál es el peor momento que recuerda?
R: Todos aquellos relacionados con la crueldad a la que una banda terrorista ha sometido a la sociedad española, asesinando a muchos de sus hijos. El momento de dar la noticia del estallido de una bomba que se ha llevado por delante a 15 guardias civiles en la Plaza de la República Dominicana. O el de dar a conocer el atentado de Hipercor. No se olvidan. Son particularmente duros.
P: ¿Se planteó dejar la radio después del atentado de ETA que sufrió?
R: No, por Dios. Todo lo contrario. El atentado que sufrí lo único que hizo fue reafirmarme y hacer que me diese cuenta de que tenía que seguir contando lo que esta gente hacía.
UN LOCUTOR DE LARGO RECORRIDO
P: Hablemos de temas más amables, ¿hay algún “fósforo” cuyo testimonio le haya marcado especialmente?
R: Un día preguntamos por las cosas más absurdas que había comprado la gente. Un tío llamó diciendo que un día de borrachera en la Feria de Sevilla compró un caballo para sus niñas. Se presentó a las 7 de la mañana ebrio, en el Polígono de San Pablo, llamando al portero y con el caballo de la mano. Ni se acordaba a quién se lo había comprado. Al cabo de un rato, llamó otro oyente y dijo: “ahora lo entiendo todo. Llevé un caballo a la feria y se lo vendí a uno, pero con la borrachera que llevaba tampoco me acordaba a quién. Aquí está". Totalmente surrealista y fascinante.
P: ¿Teme que no gusten a los Obispos sus conversaciones habituales sobre “apretones”?
R: Hablé hace poco con don Ricardo Blázquez, una persona bondadosa y con un sentido del humor adorablemente ingenuo, y le llamaba mucho la atención cuando le planteaba el tema de los apretones. Él se manifestó a favor de que en la radio se hable de todo aquello que es humano. Y yo le dije: pues estamos de acuerdo en eso, don Ricardo...
P: Y tan humano...
R: Hombre... Junte usted a diez individuos en una cena con copas y en algún momento surgirán los relatos relacionados con apretones. Entonces, veremos quién de los diez no ha sufrido algún episodio parecido. Y seguramente alguno de los diez contándolo, si lo hace con prudencia verbal, sin ser ordinario y reparando en lo técnico, causará la hilaridad inevitable. Alguna vez, alguno me ha dicho: pero Carlos, ¿cómo puede usted hablar de apretones en la radio? Y yo le he dicho: pues oiga, porque hablamos de lo que le pasa al común de los mortales.
P: Terapia conjunta, vamos...
R: ¿Quién dice que una terapia conjunta o un intercambio de pareceres no alumbra a cada uno, ante la posibilidad de un nuevo ataque? Ésa es la realidad.
P: ¿Cuál es su opinión sobre el Papa Francisco? ¿Usted es más de misa en latín o de su nuevo cuño?
R: Desde el análisis no militante, a mí me parece un fenómeno social e histórico muy relevante. El Papa Francisco, si hemos de hacer caso a los que escudriñan dentro del insondable mundo de los cónclaves, estuvo llamado también en la elección de Ratzinger, al parecer en primeras votaciones. Pero, por lo que se sabe, dio a entender a todos los demás que no era su momento. Tras la renuncia de Benedicto XVI dijo sí. Y cuando lo dijo, todos sabíamos que iba a haber cambios. Su catálogo de formas no es tan trascendental como el de fondos, pero no es digno de ser ignorado. Y, en ese capítulo, me parece que ha dado algunas claves muy interesantes para la Iglesia. Yo creo que los cardenales que le eligieron sabían lo que hacían.
P: Una última pregunta, ¿el señorito andaluz nace o se hace?
R: Yo ni lo nací, ni lo fui. El estereotipo del señorito andaluz todos nos podemos hacer una idea de lo que es. Es alguien que vivió mejores horas, que mantiene una postura muy concreta y que, además, se caracteriza por su poca eficacia en el desempeño de las labores que le hayan sido asignadas. Ese estereotipo yo también lo encuentro en el señorito vasco, en el catalán o no digamos en el madrileño. Lo que pasa es que quizá resulta más fácil enclavarlo en Andalucía, y más particularmente en la Andalucía del Valle del Guadalquivir. A mí particularmente me hace gracia. Yo conozco gente a la que se le puede acusar de eso, pero es gente que trabaja mucho. También conozco vagos irredentos, pero como en Valencia, Canarias o en la esquina más septentrional de Cataluña.
P: ¡Hasta en el Congreso!
R: Claro, no deja de ser una expresión de la realidad nacional. Y allí hay de todo. Incluso gente muy buena.