EL MUNDO

Perdonen, señoras, ¿dónde queda la casa de Carlos Herrera? "Por ahí, a la derecha". En la señorial urbanización La Jara de Sanlúcar de Barrameda cualquiera te indica dónde vive en verano y los fines de semana uno de los periodistas más famosos. Llamamos. Alto, imponente, moreno, abre la puerta de El Puy con un puro habano en la boca, cojeando por los dos dedos del pie izquierdo que se ha partido con un golpe tonto mientras hacía a solas por Asturias el Camino de Santiago. Nos lleva hasta su jardín con piscina, de vistas imperiales: a la derecha, la desembocadura del Guadalquivir y Doñana; enfrente, el Atlántico, sobre el que se proyecta la inmejorable película diaria de la puesta de sol. Este mediodía se ha cocinado un bacalao al pil pil y se ha pasado la siesta leyendo en una de esas camas de hotel de lujo, con dosel y cortinajes de gasas, que tiene sobre el césped. Es un bonvivant de novela: pero toda esta vida exquisita que se gana con sus millonarias audiencias radiofónicas -hasta marzo en las mañanas de Onda Cero y desde el 1 de septiembre en la Cope- no existiría si los etarras que fueron a buscarlo a su casa de Sevilla para pegarle un tiro lo hubieran encontrado en el año 2000, y si no hubiera fallado la caja-bomba de puros que le enviaron luego de regalo. Tenía 2,5 millones de oyentes a través de las 160 estaciones de Onda Cero y aspira a crecer con las 400 estaciones de la Cope, la cadena de la Iglesia; además le siguen 190.000 personas en Twitter, sin contar con los que leen sus artículos de prensa. Considerando su legión de seguidores y esta idílica casa donde recibe a sus amigos en verano, "25.000 veces mejor" que las de los Hamptons de Long Island que bien conoce, se podría decir que Carlos Herrera es el Gran Gatsby de las ondas: su vida está rodeada de gente y de fiesta, pero él en el fondo es un esteta solitario..., que se alimenta del prójimo.

PREGUNTA.- Lo suyo, como comunicador, son las palabras. Pero qué silencio tan agradable que hace aquí, ¿no?

RESPUESTA.- Éste es un silencio muy muy agradable. Cuando además sopla viento de Poniente en Sanlúcar, como es el caso, el paisaje se hace mucho más amable. La muerte del Guadalquivir, la vocación atlántica de esta parte de España, de Cádiz, con Doñana al frente... Es un territorio mágico. "Territorio mágico" es una cursilada, pero parecido.

P.- ¿Valora mucho el silencio?

R- Lo valoro mucho. Curiosamente, no soy excesivamente hablador, soy un conversador regular, pero sé callarme en casi todos los idiomas, que es una virtud muy apreciada en tiempos en los que hablar demasiado suele acarrear disgustos.

P.- ¿Hay una caza de brujas? Se busca ahora en Twitter lo que uno dijo en el año catapún...

R.- Es posible, ¿quién no ha hecho un comentario desafortunado a lo largo de su vida? Los que yo haya podido hacer seguramente no han quedado registrados, aunque escribo semanalmente dos o tres artículos. Pero es evidente que algunas ligerezas ahora mismo son fácilmente buscables por los arqueólogos del error, y se encuentran. Twitter tiene memoria. Es el palacio del tonto. Aunque es una herramienta poderosa para la comunicación. A mí me interesa mucho. También es un lugar donde rezuman odios con una facilidad asombrosa, y cierta impunidad. Yo lo utilizo fundamentalmente para hablar de gastronomía. Hay que ser prudente.

P.- Primero de julio, tiene dos meses de vacaciones por delante, en septiembre vuelve a la radio, es uno de los periodistas mejor pagados, un lugar maravilloso... ¿Se puede pedir más a la vida?

R.- La vida no te da nada más allá de determinados tropezones de la fortuna que tú debes saber aprovechar. Pero también hay tropezones del infortunio que hay que sortear con elemental grandeza. Yo he tenido de ambos, pero no hay nada insuperable a excepción de la muerte. El afán de superación es lo que ha hecho al hombre grande.

P.- El dinero no es lo que le mueve...

R.- No, no, porque además se han publicado tales barbaridades a cuenta de los sueldos (del nuevo contrato en la Cope)... Yo soy comisionista. Yo gano si mi empresa gana. Tengo un sueldo base razonable y voy a objetivos. García, Del Olmo, sí que ganaban en los años 90 las cifras que se me atribuyen a mí ahora. Se lo merecían, porque daban a ganar mucho más.

P.- ¿Qué se le atribuye?

R.- He leído seis, siete millones de euros. Ni siquiera la producción anual completa del programa llega a esa cantidad.

P.- Le va a coger un otoño...

R.- Maravilloso, viene una época, periodísticamente hablando, muy entretenida, llena de disparates, de algún mamerto que otro, y sobre todo mucha tensión política, y la inevitable tensión social que conlleva. Uno lo que hace es colocarse en una esquina del tiempo y observar cómo pasan la cosas y contarlas... Yo siempre he sostenido que lo que no voy a hacer es entrevistar a asesinos, a un miembro de ETA que asesine y que reivindique sus asesinatos, porque la entrevista es una forma de legitimar.

P.- ¿Y a un etarra arrepentido?

R.- Bueno, un etarra arrepentido tiene otro interés. Porque es un hombre que reconoce el error, abjura del mismo y que si colabora con el esclarecimiento de los hechos puede hacer un servicio a la sociedad que emponzoñó.

El Papa y Pablo Iglesias

P.- ¿A qué personajes aspira a entrevistar que se le hayan resistido hasta ahora?

R.- No estaría nada mal entrevistar a Francisco [se refiere al Papa].

P.- Con la Cope tiene enchufe, ¿no?

R.- ¡Espero tener mano! [risas] Ya la pedí en Onda Cero, y me contestó muy amablemente declinando, no era de su puño y letra, claro. Espero tener mano ahora.

P.- Y de políticos, ¿quién no ha pasado todavía por su estudio?

R.- No ha venido Pablo Iglesias. Yo le he invitado en varias ocasiones, y también ha declinado aduciendo problemas de agenda.

P.- ¿Le tienen miedo?

R.- No, no. El entrevistador no es un inquisidor, pregunta lo que cree que le puede interesar a los que están escuchando o leyendo. Nunca a un entrevistador hay que decirle lo que no puede preguntar. El entrevistado tiene el derecho de no contestar si no quiere: "Muy amable, no le respondo a esa pregunta". Muy bien, yo se la he hecho, que es mi obligación. No responder es una forma de contestar.

P.- ¿Que Pablo Iglesias no haya querido ir a su programa, es porque se le pone el sambenito de ser un periodista enemigo...?

R.- Supongo que no le interesará el público que le va a escuchar. O es que ciertamente ha tenido una agenda muy apretada. Ese encuentro se producirá, no tengo la mínima duda, y será muy agradable.

P.- Va a hacer el programa en los estudios de la Cope de Sevilla. Le están haciendo una reforma.

R.- Es un estudio que da a la calle. Allí se instala siempre el de la cabra con el teclado y la mujer, que entra el sonido ése y da unos recursos muy agradables... Yo no necesito grandes cosas, con la luz de un flexo y un sillón con brazos para aguantar las seis horas sentado [desde las seis de la mañana], tengo suficiente.

P.- ¿Cuántos chutes de café se tiene que meter para empezar?

R.- Me levanto a las cuatro de la mañana. Me tomo el primer café. Siempre tiro de descafeinado.

P.- ¿Cuántos años lleva en la radio?

R.- Yo llevo más años que el hilo negro. Empecé en Radio Sevilla en el 77, tenía 20 añitos. Yo era el traidor. El que traía las cosas. Y el llevador. Luego pasé por Mataró, por Miramar, Cope, y fui saltando, estuve en la SER, en Radio Nacional. No me falta ninguna. Y 15 años en Onda Cero, que han sido muy felices. Acabó el contrato, me ofrecieron amablemente continuar, y yo decliné la oferta porque creía que había cumplido un ciclo. Y que podía empezar uno más, que posiblemente sea el último. Tengo 57 años y he firmado tres. Después de los 60 años puedo seguir haciendo cosas, pero quizás no en primera fila. Yo pienso que ya es suficiente.

P.- La radio es tan natural que es de los medios que menos han necesitado transformase, ¿no? Fíjese cómo estamos los periódicos.

R.- La radio está metida en el cromosoma de los españoles. Es compatible con la ducha, con la conducción, con la comida... Hay 28 millones de personas en España que escuchan la radio, y me pregunto ¿por qué el resto no la oye?

P.- La radio es como la rueda o el libro. No sufre la crisis de la prensa.

R.- Exactamente, sí, sí. Ayer comía en casa de Ramón Tamames. Estaban Pedro J., Pablo Sebastián, Alfonso Rojo, Gundín, Marhuenda, Raúl del Pozo, Pilar Gómez, y el análisis sobre el futuro del papel enfrentaba dos posturas: los que dan por muerto el papel, y los que no todavía. Yo necesito el papel. Aunque luego acudo mucho a la pantalla. El problema es: mis hijos no compran papel. Cuando nosotros no estemos, ¿seguirá habiendo papel?

P.- ¿Y qué pasó en el debate?

R.- Proliferaban los digitales.

P.- ¿Se ha equivocado gravemente en la radio?

R.- Sí, sí, sí, sí, sí. Me he maldecido a mí mismo algunas veces por algunas cosas en las que sido demasiado severo en la crítica. Me arrepentí mucho, por ejemplo, de haber sido duro con un buen amigo mío, José Antonio Labordeta. En una comparecencia parlamentaria él se abstuvo en una votación relacionada con Herri Batasuna, y la verdad, fui feroz. Luego lo lamenté.

P.- Del atentado que sufrió con la caja de puros, ¿tiene información nueva?

R.- Fue ETA, lo reivindicó en un boletín de los suyos en que me calificaba de "policía periodista español". Hombre, de tres has acertado dos, no está mal (risas).

P.- ¿Están en la cárcel?

R.- Sí, sí. Vinieron a buscarme con pistolas, como le pasó a Antonio Burgos, y no me encontraron. Entonces vino uno desde la caverna más profunda del Norte, y fue el que dejó el paquete. Y éste ha sido identificado por la Policía. No recuerdo el nombre.

P.- Si él, o el que le dio la orden, le llama hoy a la radio, "quiero hablar con Carlos Herrera", ¿le escucha?

R.- No sería la primera víctima que habla con el que ha querido matarle o que ha matado a uno de los suyos. Si se ha arrepentido, es probable que yo tenga curiosidad por saber qué le movió a querer matarme.

P.- ¿Qué descubrimientos accesibles ha hecho últimamente?

R.- En el Camino de Santiago encontré varias perlas. El Tataguyo de Avilés, por ejemplo. El placer de comer un virrey con unas fabes, bien regado, valió la pena los 30 kms. que hice andando desde Gijón.

P.- ¿Ha perdido la ilusión?

R.- El gran peligro que puede tener la radio es dejarse vencer por la rutina. Luchar contra eso es imprescindible. La gran ventaja es que los contenidos cambian todos los días, pero el método es el mismo. Tengo una ilusión casi infantiloide.

P.- ¿Cuántas casas tiene?

R.- Tengo ésta y mi casa de Sevilla. Son del banco las dos.

P.- ¿Está hipotecado? ¡No me diga! Eso es noticia...

R.- Gracias a las hipotecas la gente ha podido comprar cosas. Si no hubieran existido los tan denostados bancos, el tan denostado capitalismo, éste no podría ser un país de propietarios, que lo es.

P.- Cuando está trabajando, ¿piensa en su responsabilidad? "Tengo dos millones y medio de personas escuchando, lo que diga puede servir para que se comprenda mejor o para echar leña al fuego"...

R.- Sí, sí. El miedo al micrófono. Al micrófono hay que tenerle un respeto casi reverencial. Te pongo un ejemplo que fue una inflexión en mi vida. Cuando hacía un programa de coplas en la Ser usaba a veces una expresión, "inyéctese en vena esta canción". Y un día una señora, ajada, mayor, desventurada, en el Horno de San Buenaventura (de Sevilla) me dice: "Usted no sabe el daño que me hace cada vez que dice eso". "¿Por qué, señora? Es una frase de broma". "Tengo dos hijos víctima de la drogadicción, uno va a morir, y el otro está preso. Y cada vez que habla de dosis en vena, a mí se me abren las mías". Jamás lo he vuelto a decir.

P.- ¿Se siente catalán?

R.- Soy andaluz. Estoy muy satisfecho de los años vividos en Cataluña (nació en Cuevas de Almanzora, Almería, y creció hasta los 19 años en Mataró, Barcelona). Me gusta hablar catalán y amo profundamente a Cataluña, pero soy hijo de andaluces.

P.- Hágase una pregunta que no se haya hecho.

R.- ¿Qué te parece el Betis en Primera? Es el equipo que más veces ha subido a Primera. Eso implica que es el que más veces ha bajado a Segunda.

P.- De todo se sale, ¿no?

R.- De todo se sale.