El bar total. El bar por excelencia. El bar de nuestra vida. De esas tres formas o más podría titular el suelto de hoy. 

El bar total. El bar por excelencia. El bar de nuestra vida. De esas tres formas o más podría titular el suelto de hoy. Todos tenemos un bar, aquel al que iba nuestro padre, el de los domingos con la madre, en el que pasamos horas jugando a la máquina del millón, el otro en el que siempre encuentras a alguien de la parroquia, el que prepara como nadie la tapa que nos gusta, el que te brinda un trato de familiaridad que a veces no lo tienes ni en casa... Precisamente ese bar es el que todos echamos en falta cuando viajamos, y no digamos si lo hacemos al extranjero. Salir de España es darse cuenta de que el concepto de bar-bar casi sólo existe aquí. Italianos y franceses usan bares, es cierto, pero mucho más incompletos. En otros que no sean los más próximos encontrar bares al uso es una heroicidad. Y cuando cierran por jubilación del dueño o por cualquier otra circunstancia nos llevamos un soponcio: es como si nos arrancarán una parte de nuestra vida.

Así pues, siendo España una tierra de grandes bares, de grandes barras, voy a recopilar algunas de las más celebradas. Yo no conozco, desgraciadamente, todos los bares del país -ya quisiera-, pero sí sé los que me gustan, los que consideró prodigiosos, acogedores, amables, surtidos, confortables y originales.

Comienzo en Bilbao, ciudad de bares inconmensurables. De los que frecuento, si he de quedarme con uno, lo hago con Estoril, un gran clásico en el corazón de Indauchu. Es un bar de etiqueta, desde la pajarita de sus camareros al clasicismo del pequeño local. Un Martini con angostura y cualquier pincho de la barra -o cualquier pequeño bocadillo- hacen las delicias de su parroquia. A quien esto escribe le fascina Bilbao y la evolución prodigiosa de la ciudad en los últimos años: cuanto más aún sus bares, esos en los que te asalta cualquier sorpresa inesperada desde el otro lado de la barra. Entras en un tugurio por el que no darías un duro y te ofrecen una maravilla imprevista. Recuerdo el día en que mi amigo Javi me llevó a la extinta cafetería Astoria diciéndome que íbamos a comer algo. Yo vi la cafetería y me sonaba a eso, a cafetería de cruasanes y batidos, pero cuando nos sentamos al fondo y sacaron una cola de merluza albardada empezó a cambiar mi criterio: no recuerdo haber comido otra tan sabrosa en mi vida. Ahí confirmé que en asunto de bares no hay que dejarse llevar mucho por las apariencias.

Si Estoril está indudablemente en el 'Top 5', uno de los que le acompaña, también sin duda, es el Camarote Madrid de León. La capital leonesa es una de las ciudades españolas en la que es costumbre servir una tapa gratuita junto con la bebida que solicitas sin que eso incremente el precio. Pasa también en Granada o en Ávila. Es más, la gente se cabrea si algún bar toma la decisión de no seguir esta costumbre. Y no entra. Así qué prácticamente todos los sirven. En León, por demás, hay extraordinarios bares, bien sea en el Barrio Húmedo o fuera de él. El Camarote está fuera, en la calle Cervantes, muy céntrica. Los vinos son buenos, bien servidos, los platos típicos leoneses están recogidos en su oferta, la cerveza bien tirada y la tapa de paella que te sirven con ella -con dos, has comido- son un clásico en la ciudad. El Camarote Madrid es un bar completo, bien decorado, muy frecuentado y en constante renovación; un bar para quedarse un buen rato e ir probando cosas tapa a tapa o tirando de carta.

La semana que viene seguimos. Llevamos dos de los cinco mejores. Se aceptan sugerencias para los otros tres.