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El asesino conocido como el “Hannibal Lecter” de las cárceles españolas, murió ayer en su celda de la prisión de A Lama, en Pontevedra. Se llamaba Fabrizio Joao Silva, tenía 37 años y había nacido en Guinea Bissau. Parece que murió por causas naturales, no por un suicidio.

Estaba sólo en una galería, sin contacto con nadie, debido a su extrema peligrosidad. La comida se le suministraba a través de una puerta metálica, salía al patio solo, se duchaba en su celda y se le controlaba a través de una pantalla.

Llevaba ocho días en huelga de hambre, aunque acababa de abandonarla, porque no quería estar aislado. Su último reconocimiento médico, efectuado ayer mismo, no detectó ningún problema. Pesaba 108 kilos.

Estaba considerado el preso más peligroso de España.

Había matado a su novia en Bilbao y asesinado a puntapiés y golpes a otro preso en la cárcel de Córdoba. “Era un animal. Por su envergadura y porque era un tipo inteligente, que buscaba el momento propicio”, han dicho a ABC fuentes penitenciarias.

Hace tres años protagonizó uno de sus episodios más salvajes. Fue en la prisión de El Puerto de Santa María, Cádiz. Ocultó un pincho casero en sus zapatos y con él agredió a ocho funcionarios durante un cacheo rutinario. Mandó a los ocho al hospital, a dos de ellos en estado gravísimo.

“Hannibal Lecter” ya descansa. Los funcionarios y los otros presos...también.