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El ex parlamentario europeo por UPyD, Francisco Sosa Wagner ha pedido al primer ministro británico “mayor responsabilidad” ante el brexit, la temida salida del Reino Unido de la UE. “El referéndum es una cosa seria, no es un instrumento de la democracia sino de la demagogia”, ha sentenciado
Sobre el debate 'a cuatro' del pasado lunes, Wagner ha defendido la actuación del líder de Ciudadanos, Albert Rivera. “Me gustó mucho, hizo un papel muy digno y ajustado a lo que buena parte de la ciudadanía, al menos la que le vota, espera de él”.
El también jurista, que acaba de publicar el libro 'La independencia del juez, ¿una fábula?' ha apelado a tres reformas esenciales para avanzar en la independencia judicial; “eliminar la libre designación de los cargos de la élite judicial, acabar con las puertas giratorias entre la justicia y la política y suprimir los nombramientos por parte de las asambleas legislativas de las CCAA de magistrados que acabarán en una sala de lo civil o penal cuya competencia es juzgar a los aforados”. Medidas que para llevar a cabo, ha resaltado "no hace falta modificar la Constitución".
En su opinión, en España “hemos tenido la pretensión de crear un poder judicial independiente con mayúsculas, que nos lleva a la pesadilla del CGPJ”. Además ha reconocido "poca corrupción" que en la justicia española.
Segundo título de la colección de ensayo, tras La creación de una sociedad del aprendizaje
¿Por qué se resiste el poder político a asumir la independencia de los jueces? ¿Cómo podrían liberarse los tribunales de las cadenas que arrastran desde hace siglos? ¿Cuál es la labor exacta de los fiscales? ¿De qué manera puede evitarse que el uso de la toga sea un trampolín a la política?
Francisco Sosa Wagner, jurista, eurodiputado y catedrático de Derecho en la Universidad de León, denuncia en estas páginas, sin complacencias, la perversión de nuestro modelo judicial. Un modelo que, desde las Cortes de Cádiz hasta el presente, intenta ser independiente, pero ese anhelo nunca ha sido recompensado por la Historia ya que resulta imposible en términos constitucionales.
Por ello, quizás sería más fácil, como sugiere el autor, contentarse con tener jueces—personas concretas, de carne y hueso—independientes, asegurándoles un estatus regulado íntegramente por la ley, y disponer de un servicio público eficaz de administración de la justicia para que el ciudadano lo aproveche.