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3 de junio de 2014

La abdicación del Rey Juan Carlos I

"El Rey abdica por fatiga de materiales"

Carlos Herrera analiza en su editorial la abdicación del Rey Juan Carlos I en favor de su hijo Felipe. Recuerda que Don Juan Carlos fue construyendo "ladrillo a ladrillo" esta democracia y destaca cómo supo estar en su sitio el 23 de febrero de 1981 y con su pueblo el 11 de marzo de 2004.

ONDA CERO

En su opinión, juzgar al monarca por estos últimos años, en los que la crisis económica, la caza en Bostwana y el "flaco favor" de Iñaki Urdangarin con Nóos han sido protagonistas, "sería injusto". 

LEY ORGÁNICA POR LA QUE SE HACE EFECTIVA LA ABDICACIÓN DE SU MAJESTAD EL REY DON JUAN CARLOS I DE BORBÓN

Preámbulo

   El 2 de junio de 2014, Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I comunicó al Sr. Presidente del Gobierno su voluntad de abdicar mediante entrega de un escrito, firmado en su presencia, con el siguiente tenor literal: 

   «En mi proclamación como Rey, hace ya cerca de cuatro décadas, asumí el firme compromiso de servir a los intereses generales de España, con el afán de que llegaran a ser los ciudadanos los protagonistas de su propio destino y nuestra Nación una democracia moderna, plenamente integrada en Europa. 

   Me propuse encabezar entonces la ilusionante tarea nacional que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos representantes y llevar a cabo esa gran y positiva transformación de España que tanto necesitábamos. 

   Hoy, cuando vuelvo atrás la mirada, no puedo sino sentir orgullo y gratitud hacia el pueblo español. 

   Orgullo, por lo mucho y bueno que entre todos hemos conseguido en estos años. 

   Y gratitud, por el apoyo que me han dado los españoles para hacer de mi reinado, iniciado en plena juventud y en momentos de grandes incertidumbres y dificultades, un largo período de paz, libertad, estabilidad y progreso. 

   Fiel al anhelo político de mi padre, el Conde de Barcelona, de quien heredé el legado histórico de la monarquía española, he querido ser Rey de todos los españoles. Me he sentido identificado y comprometido con sus aspiraciones, he gozado con sus éxitos y he sufrido cuando el dolor o la frustración les han embargado. 

   La larga y profunda crisis económica que padecemos ha dejado serias cicatrices en el tejido social pero también nos está señalando un camino de futuro de grandes esperanzas. 

   Estos difíciles años nos han permitido hacer un balance autocrítico de nuestros errores y de nuestras limitaciones como sociedad. 

   Y, como contrapeso, también han reavivado la conciencia orgullosa de lo que hemos sabido y sabemos hacer y de lo que hemos sido y somos: una gran nación. 

   Todo ello ha despertado en nosotros un impulso de renovación, de superación, de corregir errores y abrir camino a un futuro decididamente mejor. 

   En la forja de ese futuro, una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco. 

   Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana. 

   Mi única ambición ha sido y seguirá siendo siempre contribuir a lograr el bienestar y el progreso en libertad de todos los españoles. 

   Quiero lo mejor para España, a la que he dedicado mi vida entera y a cuyo servicio he puesto todas mis capacidades, mi ilusión y mi trabajo. 

   Mi hijo, Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica. 

   Cuando el pasado enero cumplí setenta y seis años consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad. 

   El Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación. Contará para ello, estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia.

Por todo ello, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y una vez recuperado tanto físicamente como en mi actividad institucional, he decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España, deponiendo en manos del Gobierno y de las Cortes Generales mi magistratura y autoridad para que provean a la efectividad de la sucesión en la Corona conforme a las previsiones constitucionales. 

   Deseo expresar mi gratitud al pueblo español, a todas las personas que han encarnado los poderes y las instituciones del Estado durante mi reinado y a cuantos me han ayudado con generosidad y lealtad a cumplir mis funciones. 

   Y mi gratitud a la Reina, cuya colaboración y generoso apoyo no me han faltado nunca. 

   Guardo y guardaré siempre a España en lo más hondo de mi corazón.» 

   Su Majestad el Rey lo puso en conocimiento de los Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado y el Presidente del Gobierno dio traslado del escrito al Consejo de Ministros. 

   El artículo 57.5 de la Constitución Española dispone que «las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica». Este precepto sigue los precedentes históricos del constitucionalismo español, que en los textos fundamentales de 1845, 1869 y 1876 y, con variaciones, en otros precedentes, ya reservaban al poder legislativo la solución de las cuestiones a que diera lugar la sucesión así como la autorización de la abdicación, incluso mediante una ley especial para cada caso. Si bien la Constitución en vigor no utiliza este último término, los citados antecedentes y el mandato del artículo 57 de que el acto regio sea resuelto por una ley orgánica hacen que sea éste el instrumento legal idóneo para regular la efectividad de la decisión. 

   La entrada en vigor de la presente ley orgánica determinará, en consecuencia, que la abdicación despliegue sus efectos y que se produzca la sucesión en la Corona de España de forma automática, siguiendo el orden previsto en la Constitución.  

Artículo único. Abdicación de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón.

  1. Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón abdica la Corona de España.

  2. La abdicación será efectiva en el momento de entrada en vigor de la presente ley orgánica.

Disposición final única. Entrada en vigor.

   La presente ley orgánica entrará en vigor en el momento de su publicación en el «Boletín Oficial del Estado».


ABC

La España moderna vive un cambio de trono: Juan Carlos I pasa a la Historia

Con 76 años, el joven que juró el 22 de noviembre de 1975 servir al pueblo español echa su última rúbrica para lo que considera otro gesto en pro de su país: ceder la Corona a su Heredero, a quien definió como «el mejor preparado» para ser Monarca

Aletean en el retrovisor motivos de abdicación como la avanzada edad y el «averiado» estado de salud de Don Juan Carlos y la instrucción a punto de concluir del juez José Castro del «caso Nóos» con la imputación de la Infanta Cristina y su esposo y yerno del Monarca, Iñaki Urdangarín. También han cifrado como clave de la decisión tomada por el Rey de España el único argumento que él mismo mentó en su mensaje de comunicación al pueblo de su voluntad de abdicar, el pasado 2 de junio: el anhelo de ceder «el protagonismo a una nueva generación» representada por Don Felipe y la buena imagen de la institución monárquica que proyecta. Felipe VI será el nuevo Rey cuando las manitas del reloj marquen las doce de la medianoche del 18 al 19 de junio y el BOE publique la Ley Orgánica de Abdicación, auspiciada por Juan Carlos I con su anuncio, refrendada por las Cortes españolas y que ha sancionado el propio Don Juan Carlos esta tarde a las 18.00 horas. Echa su última rúbrica para lo que considera otro gesto de servicio al país: delegar la Corona en su vástago, al que definió como «el mejor preparado» para ser Monarca y él pasa a la Historia.

La ceremonia de sanción y promulgación de la ley se ha vivido desde la llegada al Palacio Real de Juan Carlos I a las 17.45 horas de esta tarde, recibido con el himno nacional, 21 salvas de honor y los aplausos de la ciudadanía congregada a las puertas de la Plaza de Oriente. Este acto ha hecho efectiva la renuncia del que ha sido Rey de España desde su juramento y proclamación el 22 de noviembre de 1975, 48 horas después de expirar Francisco Franco, hasta esta otra fecha histórica, 18 de junio de 2014. Serán esas datas las que se especifiquen desde hoy en los libros de Historia como apéndice del nombre de quien fue una figura clave de la Transición hacia un sistema plenamente democrático, junto a otros, como su amigo ya fallecido y primer presidente en régimen de completas libertades Adolfo Suárez. Los amantes de esos almanaques, retazos de la Historia contemporánea, escribirán Juan Carlos I Rey de España (1975, 2014) y abrirán el paréntesis preceptivo para Felipe VI (2014,-).

A la ceremonia de hoy han asistido en calidad de invitados institucionales unas 200 personas, entre representantes del Estado, los tres padres vivos de la Carta Magna, los ponentes de esa Constitución de 1978 y todos los presidentes autonómicos con la salvedad del catalán Artur Mas y el vasco Iñigo Urkullu. Ha sido notoria la ausencia de la hija de Juan Carlos I, Doña Cristina, por los motivos citados, pero han arropado al Rey su mujer, Doña Sofía, su nuera Doña Letizia, y sus dos nietas, las Infantas Leonor y Sofía, al cargo de Doña Elena.

Don Juan Carlos todavía como soberano ha dejado visible su emoción momentos antes de firmar el final de su reinado, 39 años después. En el abarrotado Salón de Columnas del Palacio Real, Gabriel Sistiaga, jefe adjunto de Protocolo de la Casa del Rey, ha introducido la ley de una sucesión monárquica por primera vez en democracia, una norma a la que ha dado lectura Jaime Pérez Renovales, subsecretario del Ministerio de Presidencia del Gobierno de Mariano Rajoy. Don Juan Carlos ha escuchado con atención, salvo un momento en que ha tenido una conversación cómplice con Don Felipe, sus propias palabras de abdicación del pasado 2 de junio en boca de Pérez Renovales. En ese mensaje vindicaba que su hijo «encarna la estabilidad» del país y alegaba que él ha querido, durante casi cuatro décadas, ser siempre «el Rey de todos los españoles».

Acabada la lectura de la normativa y con todos los presentes de pie, Don Juan Carlos ha sancionado la norma que pone fin a su reinado y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha rubricado el documento de manera solemne. El abrazo con su hijo, Don Felipe, a quien ha cedido el lugar protocolario que correspondía al Rey tras la firma como símbolo del traspaso, el beso de agradecimiento a Doña Sofía, y el himno nacional que han sonado en la sala, han sellado el breve pero emotivo acto.

Ceremonia, fórmula y hechos excepcionales

A diferencia de países como Holanda y Luxemburgo, España no es un país habituado a procedimientos de abdicación; es un hecho y una fórmula absolutamente excepcionales, ya que solamente se cuentan seis casos en los últimos siglos y el último fue el de Alfonso XIII en 1941. El abuelo del Rey legó el trono a su hijo Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, padre del Rey, aunque como se sabe solo reinó en el exilio, no en España, donde también dejó la Corona a su descendiente. El nuestro tampoco es un país que haya asistido embelesado alguna vez a fastos de entronización o coronación como los solemnes que legitima la opinión pública en otros, como en Reino Unido. La Constitución de 1978, ésa ante la cual por primera vez mañana un Rey español jurará su cargo, solo contempla la fórmula de la proclamación. El nuevo soberano asumirá la Jefatura del Estado con una ceremonia austera y poco ostentosa, con una prolongación de no mucho más de cinco horas.

«No es incompatible la filosofía de los actos con la solemnidad y la dignidad que requieren unos acontecimientos históricos con la cercanía y la decisión de celebrar la proclamación del nuevo Rey con los ciudadanos que asistan a los actos en las calles de Madrid, engalanadas para la ocasión», considera Moncloa y lo ha puesto en boga la alcaldesa de la capital, Ana Botella, que ha llamado a participar en la fiesta de la transición monárquica en numerosas ocasiones durante los últimos 16 días en que España ha vivido un cambio de trono.

 


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03/06/2014 Editorial de Carlos Herrera: "El Rey abdica por fatiga de materiales"

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