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21 de marzo de 2014

Homenaje a Iñaki Azkuna

"Iñaki Azkuna fue el mejor alcalde del mundo" 

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ONDA CERO

Carlos Herrera hace un homenaje en su editorial al alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, que falleció el jueves después de una larga enfermedad. Para Herrera "fue uno de esos grandes tipos capaz de coger una ciudad en en condiciones no favorables y convertirla en una de las mejores ciudadades del mundo". Además destaca lo "hospitalario, correcto y gestor impagable que era".

También comenta el Consejo Europeo, donde no cree que se vayan a hacer muchas más cosas en el tema de Rusia y Crimea. Además recuerda "la tendencia que siempre ha tenido Rusia a la expansión" y por ello "no descarta que se quede algún territorio más". 

 

ABC

Fallece a los 71 años Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, aquejado de un cáncer

El regidor estaba enfermo desde 2003, aunque solo varias intervenciones en el último año le apartaron de su puesto

 

El alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, ha fallecido este jueves a los 71 años de edad tras una larga lucha contra el cáncer de próstata que le fue diagnosticado en 2003 y que solo en el último año le separó de sus responsabilidades municipales, según ha informado el Ayuntamiento de la capital vizcaína. La vida del regidor vasco del PNV se ha apagado en su domicilio, rodeado de su círculo más íntimo y tras haber sufrido en los últimos días un agravamiento notable de salud, según han informado fuentes del partido nacionalista. [Galería de imágenes de su vida]

Primer edil de la villa vizcaína desde 1999, fue reelegido hace tres años con mayoría absoluta, ganándose el reconocimiento casi unánime a su labor por parte de la oposición y de la ciudadanía, nacionalistas y no nacionalistas. Su muerte, que con seguridad despertará una fuerte conmoción en la vida política y social vasca pero también de toda España, obligará al PNV a recolocar su equipo de gobierno municipal. Ibon Areso, teniente de alcalde, ocupará de forma inmediata la Alcaldía. [En imágenes, los iconos del nuevo Bilbao]

Visiblemente debilitado tras las últimas intervenciones quirúrgicas a las que se sometió para hacer frente a la enfermedad, Azkuna acababa de cumplir 71 años el pasado 14 de febrero. Fue, precisamente, durante una comida de celebración hace ahora un mes con sus más íntimos, cuando sufrió el último percance de salud, que le llevó a ser ingresado de nuevo en el hospital de Basurto.

La visita del Rey a su casa

Desde entonces no había podido salir de casa, ni siquiera para ejercer de anfitrión durante el Foro Global España, que reunió el pasado 4 de marzo a las principales autoridades económicas internacionales en el Guggenheim de Bilbao. El Rey don Juan Carlos le visitó en su domicilio la tarde noche del domingo 3 de marzo, en un gesto de la «cercanía y amistad» que el monarca, pero también los Príncipes de Asturias, han mantenido siempre con el alcalde Azkuna. El regidor vasco ha sido un aliado reconocible de la Corona, a la que siempre agradeció en público el apoyo prestado a la villa bilbaína, pese a los recelos de su propio partido.

El verso suelto del PNV

Lo cierto es que Azkuna, un hombre de fuerte temperamento y muy preparado, siempre fue un «outsider» entre los suyos del PNV, exponente en todo caso del sector más moderado. «No soy un rebelde, pero tampoco soy partidario todo el día del PNV (…) Me declaro alcalde de todos los ciudadanos, tengan la nariz grande o pequeña, y así seguiré hasta que acabe con mis huesos», dejó dicho en los últimos tiempos.

El alcalde de Bilbao ya enunció en su día sus críticas al Plan Ibarretxe y, anteriormente, al Pacto de Lizarra que el PNV firmó con ETA y Batasuna. En enero, y tras manifestarse su partido de la mano de Sortu en la marcha por los presos terroristas, aseguró: «Yo con estos no voy ni a heredar, te engañan», dijo en una entrevista de radio. Aunque justificó la decisión final de los suyos como una cuestión de orden público, para evitar una batalla campal entre la Ertzaintza y los radicales.

A Batasuna: «Lecciones, las justas»

Azkuna reapareció hace unas semanas, el 13 de febrero, para mediar en la polémica sobre los cuadros de los alcaldes de Bilbao dentro del Ayuntamiento, galería histórica de la que Bildu pretendía sacar a los regidores durante el franquismo. Contra el criterio de los suyos, Azkuna aseguró que no quitaría «ni un cuadro» por «respeto» histórico y arremetió contra los herederos de Batasuna asegurando que no aceptaría «lecciones de democracia» de quienes exhiben «cuadros de asesinos» en las calles.

Un alcalde muy querido

Azkuna había nacido, como hacen los de Bilbao, donde le dio la gana: en Durango, cogollo de Vizcaya, el 14 de febrero de 1943. Aunque pronto se convirtió en un «bilbaíno de toda la vida», mezclado a menudo en las calles con sus vecinos. Se licenció en Medicina y Cirugía y obtuvo su Doctorado «cum laude» por la Universidad de Salamanca en 1971. Diez años después ocupó el primer cargo público en el Departamento de Sanidad, del que llegó a ser consejero en 1991. Dos años antes, había sido consejero-secretario de la Presidencia del Gobierno de José Antonio Ardanza, a quien le unía una gran amistad. En 1999 su partido, el PNV, le reclama para ser cabeza de cartel en Bilbao, ciudad de la que nunca más se separó.

El «mejor alcalde», la «mejor ciudad»

El nombre de Iñaki Azkuna quedará inscrito a fuego en la historia de la villa de Bilbao, ciudad merecedora de las mayores lisonjas por la espectacular transformación vivida en los últimos quince años. Aunque Azkuna llegó justo en el año de la inauguración del Museo Guggenheim, y con los otros dos grandes proyectos urbanos en marcha –el metro de Bilbao y la remodelación de Abandoibarra- lo cierto es que su alcalde ha sido su mayor valedor y embajador. La remodelación y puesta en marcha del gran proyecto cívico-cultural de la Alhóndiga es una de sus grandes apuestas personales. 

Hasta Singapur viajó para recoger en 2010 el «Premio Nobel» Lee Kuan Yew World City Prize a la «mejor ciudad» del mundo. En 2013 le fue otorgado a Azkuna la distinción del «mejor alcalde del mundo». En 2011 recibió la Legión de Honor de Francia, en el grado de oficial, uno de los reconocimientos más queridos por el eterno alcalde de Bilbao, como lo fue para su querido y siempre invocado Miguel de Unamuno.

 

EL PAÍS

Un humanista que transformó Bilbao, su pasión

 

Lúcido, recostado frente al amplio ventanal de su casa ubicada junto a la Ría de Bilbao y frente al Museo Guggenheim, Iñaki Azkuna ha aprovechado su última semana con vida para no dejar recados pendientes. Así ha ido distribuyendo su testimonio vital sin permitir la compasión entre quienes siempre le despertaron confianza. Atravesado por las últimas sacudidas desesperadas de ese cáncer de próstata que nunca ocultó desde que le fue detectado en 2003, el alcalde más querido y respetado en la historia de la capital vizcaína no ha sido indiferente ni en su despedida.

Azkuna se va después de haber transformado Bilbao, una pasión a la que se entregó desde su estreno como alcalde, en 1999, paradójicamente con los votos de la izquierda abertzale, un sector ideológico a quien siempre, incluso cuando tuvo que refugiarse en la silla de ruedas tras su penúltima salida del hospital, afeó su comprensión de la violencia etarra.

Humanista, fiel retrato rápido de un renacentista melómano, culto, enciclopédico, conversador desde la preocupación intelectual, este vecino de una familia nacionalista de Durango, que supo inocular sin demasiado esfuerzo los genes del bilbaíno atrevido, socarrón y callejero, era, ante todo, un amante de la vida en libertad.

Implacable sin fisuras ni dobleces con el terrorismo, ácido ante cualquier veleidad independentista de su partido (PNV), siempre tuvo el cariño y la comprensión hacia las víctimas de la violencia de ETA. Liberal convencido desde el debate abierto aunque enérgico y firme en sus convicciones, ha abrazado a Miguel de Unamuno hasta potenciar su rehabilitación cultural sin preocuparse jamás de las reticencias nacionalistas que provocaba.

Azkuna era un buen amigo y un mal enemigo. Conversador infatigable mientras escrutaba con rapidez las razones que escuchaba, siempre ha seleccionado las compañías. Precisamente junto a este reducido pero fiel círculo —José Luis Sabas, Andoni Aldekoa, Ibon Areso, principalmente— ha confiado la hoja de ruta de su ambiciosa apuesta por un Bilbao del siglo XXI hasta conseguirlo. Eso sí, infranqueable a la mínima extravagancia. Siempre se jactó de que por su despacho nunca pasó un intermediario. “Por algo será”, decía más de una vez el alcalde de Bilbao como aviso a navegantes.

Republicano de sentimiento pero sin estridencias, siempre entendió la estabilidad del país como principio de la imprescindible convivencia en paz. Azkuna se ha ido con la preocupación del futuro de Cataluña y de España. Se lo dijo hace apenas tres semanas al propio rey Juan Carlos, durante el encuentro privado que mantuvieron en el domicilio del alcalde. El monarca siempre ha agradecido el sentido del diálogo entre el alcalde y el príncipe Felipe en sus reiteradas visitas a Bilbao.

Criticado incluso entre simpatizantes del PNV por ese acercamiento al españolismo, Azkuna jamás reparó en exhibir sus diferencias con la apuesta soberanista del entonces lehendakari Ibarretxe, a quien siempre criticó con respeto sin perder nunca la amistad. Complacido con su admitida condición de verso suelto dentro de su partido, se sabía garante de un granero electoral que el PNV difícilmente podrá mantener en su ausencia. También le ocurrirá a su asiento del patio de butacas del palacio Euskalduna cuando llegue la próxima función de la ópera. Un vacío difícil de cubrir, sobre todo por sus amigos con quienes no compartirá las bilbainadas durante el recorrido de ese txikiteo dominical que acababa en La Viña antes de recoger su almuerzo.

 


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