ONDA CERO
El exjugador de baloncesto, Fernando Romay, presenta en Herrera en la Onda el libro 'Altísimo. Un viaje con Fernando Romay', escrito por Jacobo Rivero y en el que hace un repaso de su trayectoria, además de contar los momentos más anecdóticos.
En su entrevista con Carlos Herrera, cuenta su primera prueba para el Real Madrid, "yo destaqué por el lado contrario, me daban un balón y no tenía ni idea" y se refiere a Santiago Bernabéu como 'Don Santiago', "cuando venía siempre era así". Cuenta que en una de las visitas del presidente, "me dijo que estaba descoordinado y que tenía que saltar a la comba; a la mañana siguiente había una comba y ese año no paré de pegar saltos. Si lo decía Don Santiago, había que hacerlo".
También nos cuenta sus experiencias en los Juegos Olímpicos de Moscú y Los Ángeles, donde tuvo la oportunidad de visitar el vestuario de los Lakers. Además, nos deja la siguiente reflexión, "si te marcas el objetivo de ser sólo el mejor, y no mejor que alguien, terminarás siendo mejor que todo el mundo".
Fernando Romay le puso un tapón a Michael Jordan en una madrugada que llevó al baloncesto español hasta el cielo de Los Ángeles en 1984. Fernando fue protagonista de un tiempo de juego cuyo recuerdo evoca esfuerzo, sudor y también algunas lágrimas.
Fue el más alto de un país que miraba más hacia abajo que hacia arriba, y vi vió en primera persona una década vibrante de un baloncesto que él bailaba en un Real Madrid muy especial, por el que pasaron jugadores como Corbalán, Brabender, Delibasic, Iturriaga, Biriukov, Sabonis, Petrovic o Fernando Martín. Una banda de música que no se entiende sin el Barcelona de los Epi, Sibilio, Jiménez, Solozábal o Audie Norris.
Desde entonces ha llovido mucho. Tanto, que es difícil explicar la sequía de la que surgió la generación de Romay en el baloncesto español, el mismo que hoy triunfa sin estridencias por todo el mundo. Este libro cuenta ese viaje de la mano del protagonista, sin atender en exceso a las estadísticas, sino a recordar cómo fue aquel tiempo dentro y fuera de la cancha. Un trayecto vital en el que abundan las anécdotas, como la de aquella señora que al encontrarse frente al jugador en la basílica del Pilar, en Zaragoza, “se santiguó y puso una cara como si acabara de ver al Altísimo”.